sábado, 9 de agosto de 2014

Red capítulo 11 (LA)



Los días transcurrían con mucha calma y tranquilad y al estar ocupada a Catherine no le daba mucho tiempo a pensar en su hermana ni en su vida pasada. Además en la casa había muchísima actividad.

 Al parecer era la época social de los nobles, que en términos traducidos entre ellos era “la época de las fiestas más grandes y extravagantes” esto llevaba a una segunda traducción que era  “trabajar el doble”. Por lo que la habían contado muchos de los nobles iban a Londres para hacer esas fiestas, pero que otros preferían darlas en sus casas de campo para poder alargarlas. Como era el caso de su señor ballenato el cual quería dar una fiesta que durara cuatro días dentro de dos semanas con lo cual ella tenía que aprender rápido.

A pesar de las horas que pasaba practicando con Margaret las formas de comportamiento, en como servir las mesas y en las demás tareas que iba a prendiendo con rapidez, Catherine era incapaz de dormir por las noches. Era la peor parte del día, cuando sus demonios volvían para atormentarla después de una dura jornada de trabajo.

Desde la primera pesadilla, esta se había replicado y cada vez se volvía más grotesca y desagradable haciendo que se despertara en mitad de la noche chillando y en un mar de lágrimas y sudor. Aquella silueta no paraba de atormentarla, en todos sus sueños aparecía de una forma diferente, algunas veces era como un enorme monstruo que devoraba los cadáveres chamuscados y a los pocos desgraciados que aún les quedaba un halito de vida.

Después del mal sueño, los recuerdos de Emily le venían a la cabeza y con ellos le asaltaban los buenos momentos que había pasado con ella y con los pocos amigos que había tenido. Era entonces cuando se hacía una bola debajo de las sabanas y hundía la cabeza en el pecho, dejando que las lágrimas de dolor corrieran por sus mejillas. A pesar de que se había jurado así misma pensar en las palabras que le dijo Peter en la posada, no podía evitar sentirse un ser despreciable.

Ella debería haber estado allí, debería haberse consumido por las llamas tal y como habían hecho el resto o al menos haber dado la vida para salvar a su hermana…pero no, el destino o lo que fuera había decidido de forma cruel que ella siguiera viviendo y que sufriera la carga para el resto de su vida.

En esos momentos la idea de arrebatarse la vida se veía con más claridad, incluso una vez había atado la sabana a una viga haciendo como una horca y había puesto la banqueta, que tenía en su cuarto, debajo para poder subirse. Sin embargo al estar de pie encima y el nudo balanceándose delante de sus ojos verdes la imagen de su hermana mirándola había cruzado su mente. ¿Ella estaría de acuerdo en lo que estaba a punto de hacer? Catherine sabía perfectamente que no. Se bajó de la banqueta y recupero la sabana.

Por otra parte, a pesar de que las heridas psicológicas no se curaban, las físicas al parecer sanaban con rapidez y de buena forma. El médico de la casa iba a verla una mañana si y una mañana no a la mini cocina para vigilarla y a los cuatro días la herida de su pierna se había curado sin dejar marcas. Margaret estaba que trinaba al respecto.

Gracias a eso pudo hacer sus tareas y cada vez aprendía más deprisa. Poco después ya no necesitaba que su rescatadora preferida estuviera encima de ella todo el tiempo, lo único en que seguía socorriéndola era para moverse por la casa pues aun seguía perdiéndose.

Una mañana, después de una semana intensa (Y las que le quedaban) Catherine caminaba con su traje de sirvienta negro y con su melena al descubierto pero recogida en una trenza por medio de un lazo blanco al final de la misma, llevaba los mechones con los que se solía hacer las trenzas cuando estaba en su pueblo sueltos. Caminaba con tranquilidad por un pequeño pasillo iluminado por el sol que entraban por las ventanas. Las paredes de un blanco impecable tenían detalles bañados en oro que desprendían algún que otro brillo. Del techo colgaban pequeñas lámparas de araña de cristal de murano.

La muchacha no paraba de mirar a un lado y otro, a esas alturas le seguía sorprendiendo la riqueza que había en esa casa, y eso que ese era un pasillo que solían transitar los sirvientes para no tener que toparse con el señor. Ya había visto el gran salón y el comedor y eran enormes y espaciosos justo para organizar los eventos que al a su señor ballenato le gustaban.

Se paró en seco, de tanto mirar de un lado a otro tenía la sensación de que se había pasado la puerta o el corredor  por el que debía haber seguido. Se colocó las sabanas que llevaba para lavar sobre un brazo como pudo para dejar el otro libre. Con la mano suelta busco en su manga un papelito donde llevaba dibujado el plano de la casa, sabía que para llegar a la parte de la lavandería  tenía que ir a la planta baja pero la cuestión era encontrar las escaleras.

Al sacar el plano lo extendió como pudo y estudio el dibujo. Suspiro aliviada, al parecer le quedaba un poco para tener que desviarse de aquel pasillo. Continúo con su camino  con el papel en mano y las sabanas sobre ambos antebrazos con la mano que sostenía su guía visible.

Bajo la mirada para fijarse en el dibujo y siguió caminando con la vista gacha, pero no por mucho tiempo.

De repente algo se estrelló contra ella, le dio la sensación de como si se hubiera estampado contra un muro pues se tambaleo un poco hacía atrás y estuvo a punto de caerse. Sin embargo rápidamente recupero el equilibrio.

Al recomponerse se encontró de frente con el chico que había visto en aquella salita junto al señor Fieldcourt, aquel muchacho tan misterioso para ella y que había apoyado la opción de que se quedara. Le estaba muy agradecida por eso, aunque en estos instantes  no descartaba arrancarle la cabeza por despistado.

- Lo siento mucho señorita – Se disculpó mientras hacia una reverencia. – Menos mal que tiene una habilidad increíble.

Por unos momentos Catherine se quedó en blanco, nadie la había hablado así en su vida. Su mirada se fue al suelo, tal y como le habían dicho que tenía que hacer cuando los señores la hablaban si había cometido algún error, sin embargo al encontrarse con las sabanas tiradas en el suelo su genio se disparó.

- ¡Pues ya podría usted mirar por dónde anda! -  Le reprochó al alzar la cabeza para mirarle a la cara. El joven la miro con los ojos muy abiertos como si no esperara su reacción.

- Yo…no quería…no quería…

- No quería pero lo ha hecho.

Se agacho a recoger las sabanas, sabía que estaba mal hablar así a un noble, lo sabía de sobra y una parte de sí misma la estaba gritando por su insolencia pero odiaba que tiraran su trabajo por el suelo. ¡Con lo que le había constado doblarlas!

Mientras las recogía el chico se agacho y empezó a ayudarla. Cada vez ese noble la sorprendía más.

- Creo que también esto es suyo. – Le tendió el papelito con el mapa.

Catherine se puso roja y se lo arrancó de las manos.

- No tenéis porque avergonzaros, es normal llevar algo así cuando se es nuevo.

Se incorporaron los dos y ella se guardó el papelito en la manga y se colocó las sabanas tal y como  las llevaba antes. Él llevaba un librito debajo del brazo y el pelo recogido tal y como lo había visto por primera vez y su casaca seguía siendo verde pero esta vez era más sencilla y no llevaba ningún bordado.

- Sois la muchacha que trajo la señora Boold ¿no?

- Sí – Le contestó intentando ocultar su mal humor.

- ¿Podrías decirme como os llamáis? Soy un poco malo para recordar nombres.

- Lily Archer – Dijo sin vacilar, había estado algunas horas practicando su nuevo nombre para que no le sonara raro.

- Mmmm…No se asocia mucho con usted, no os pega.

- Decidle eso a mis padres. – Refunfuño.

- Sinceramente, creo que ese no es vuestro verdadero nombre.

De repente a Catherine le dio un vuelco el corazón, si descubrían quien era y lo que había sido la pondrían de patitas en la calle y ya sí que no tendría una razón por la que vivir, todo se habría acabado.

- No os preocupéis – Dijo casi de inmediato al ver su reacción. – Vuestro secreto está a salvo, no se lo diré a nadie.

- ¿Qué secreto? – Intento parecer inocente y sorprendida ante la desconfianza del chico.

- No os hagáis la ingenua, sabéis de lo que hablo. No queréis que las personas de aquí sepan vuestro nombre real.

- Lily es mi nombre.

-  No, no lo es. – Insistió.

- Qué sí.

- Que no.

- He dicho que sí y a callar.

- ¡Aja! Así que Lily no es vuestro nombre.

- Adiós señor.

 Catherine echó a andar y el muchacho se tuvo que apartar para que no le arrollase. Ella se alejó a paso firme y sin mirar atrás pero a los dos minutos el chico misterioso apareció justo al lado de ella siguiéndola.

- Tenéis unos modales muy peculiares chica sin nombre.

-  Soy una campesina – Le espetó – Y no me llaméis chica sin nombre, porque lo tengo.

- Os llamare así hasta que me digáis vuestro nombre real.

 Se paró en seco y se giró hacia él clavándole sus ojos verdes en los marrones de él que ahora brillaban por la luz del sol que se colaba por las ventanas.

- ¿Qué queréis?

- No quiero nada.

- ¿Entonces porque me tomáis por mentirosa y me amenazáis?

- Yo no he amenazado a nadie ni os he tomado por mentirosa. Chica sin nombre pareces buena persona, pero a mí no me tienes que ocultar nada. Confiad en mi.

- ¿Por qué debería confiar en usted? – Dijo ya dándose por vencida, no quería que el chico se pusiera más plasta y menos en la situación tan delicada en la que estaba.

- Creo que os he dado suficientes razones. Además solo quiero vuestro nombre verdadero. ¿Seríais tan amable de decírmelo?

- Caroline – Le soltó sin pensar, si creía que le iba a decir su nombre real iba listo.

- Ese no es vuestro nombre.

- Diana.

- Tampoco es ese.

 Estuvo como un minuto diciéndole nombres con total convención para que se creyera alguno pero este no se los tragó. Al final Catherine estalló en cólera.

- ¡Pero se puede saber a qué viene esto!¡Tengo cosas que hacer!¡Yo no soy un juguete para entreteneros! ¿¡POR QUE DEMONIOS NO SE VA USTED CON SU PADRE Y LE DA EL TOSTÓN A ÉL!?

Su voz se perdió en el pasillo y después un silencio sepulcral cayó sobre ellos como una piedra. Relajó su expresión, había metido la pata. Jamás un sirviente podría levantarle la voz a un noble, era casi un delito que se castigaba, lo sabía por las cosas que oía de las pocas familias más pudientes del pueblo que se imaginaban que tenían el suficiente poder adquisitivo como para permitirse tener sirvientes y como los tratarían si pudieran, de ahí no salían cosas muy agradables.

A pesar de todo, la expresión del muchacho parecía relajada y no mostraba ningún signo de enfado ni de ofendido. Parecía más bien como… ¿sorprendido? Catherine no sabía muy bien si ese era el término.

- ¿Os réferis al señor Fielcourt?

 Catherine asistió con la cabeza de forma tímida. Ella solita había llegado a la conclusión de que su señor ballenato y el joven que tenía delante eran padre e hijo púes Margaret le había dicho que vivían los dos en la casa y que se tuteaban entre ellos. Además tenían parecidos físicos bastante cercanos, pocos pero cercanos. También estaba la madre que aún no la había visto pero podía haber sacado más rasgos de ella que de él, como había pasado exactamente con ella.

- El señor Fieldcourt no es mi padre. Es mi tio.

Catherine le miro con extrañeza a pesar de que ahora las cosas tenían más sentido, aunque con la conversación que estaban teniendo no sabía si la estaba vacilando o no. 

- Me lo pone mejor – Escupió aun de morros – Así ya tiene a dos personas para molestarles.

- Mi tio tiene muy poca paciencia – Dijo como si nada – y es cascarrabias y mi padre es imposible molestarle, básicamente, creo que no me haría mucho caso.

- ¿Es que ya esta tan harto de usted que le ignora? – “¿PERO QUE HACES?” Le grito la vocecilla de buena dama en su interior. Sabía que no debía inmiscuirse en los asuntos de las clases altas pero deseaba meterse con el muchacho por haberla puesto en una encrucijada, además así se olvidaría del asunto del  nombre.

- Mi padre me ignora porque está muerto. 

Sintió como un jarro de agua fría le caía encima y ella misma sintió como la inundaba la vergüenza más horrible que jamás había sentido en su vida. Deseaba que la tierra se la tragase y no volviera a dejarla salir. Agacho la cabeza mientras empalidecía, se le formo un nudo en el estómago. Se había pasado con aquel chico y ahora lo había pagado al ser golpeada por ese mazo de sentimientos que debía haber sentido aquel chico cuando había perdido a su padre. Bueno ella no sabía que era perder a un padre o una madre porque nunca sintió ningún apego por ellos pero suponía que él habría pasado algo parecido como ella con su hermana.

- Tranquila – Comento el joven noble al ver su reacción. – Pasó hace muchos años, yo era muy pequeño.

Catherine se atrevió a levantar la vista y se encontró de nuevo cara a cara con el muchacho quien le devolvió una leve sonrisa. Ella le imitó pero a ella le salió muy falsa, sentía que se iba a arrepentir de esto durante mucho tiempo.

- Ahora supongo que no tendréis ningún reparo en decirme vuestro nombre.

A Catherine se le fue la sonrisa de la cara como el humo de una pipa.

- ¿¡Cómo!?

- Vuestro nombre, el verdadero. ¿Acaso no os he mostrado dos veces que soy de confianza? - Arrugo la nariz  como respuesta – Veo que hoy no querréis decírmelo, pero bueno soy un buen caballero y esperé lo que sea pero me lo acabareis diciendo.

- Os lo he dicho.

- Me habéis dicho muchos pero ninguno es el vuestro.

Le hubiera gustado lanzarle una mirada asesina directamente a los ojos pero tuvo que contenerse, ya la había liado bastante como para permitirse seguir con la misma actitud rebelde que tanto la había costado ya. Por su parte el joven noble hizo una leve reverencia.

- Nos vemos pronto chica de los mil nombres.




Acto seguido hecho a andar en la dirección opuesta por la que había venido por lo que pudo ver como este se iba alejando por el pasillo. Le siguió con la vista, sinceramente estaba muy sorprendida por el comportamiento de ese chico de alta clase, jamás se habría pensado ser tratada de la forma con la que él lo había hecho. Cuando le perdió de vista sus ojos verdes siguieron clavados en algún punto del corredor pero sin mirar nada en concreto. Tenía la mente perdida en lo que acababa de suceder.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Red capítulo 10 (LA)



No paraba de temblar. Las manos le sudaban y una sensación de miedo la invadia el cuerpo como si fuese una plaga. Todo esto pasaba mientras que Catherine iba caminando a un ritmo más o menos pausado, con las manos por delante, entrelzadas y retorcidas. De vez en cuando se limpiaba el sudor de las manos en el delantal que tenía su nueva vestimenta.

Nunca es su vida había estado tan nerviosa. Le daban ganas de darse la vuelta y echar a correr, pero a la misma vez deseaba conocer al noble que habítaba la casa. La cuirosidad por aquella persona era lo único que hacía que siguiera avanzando por las interminables salas y pasillos detrás de Margaret que la llevaba a su encuentro.

Hace unos minutos atrás, la mujer la había guidado hasta las habítaciones del servicio, que se encontraban en la última planta de la casa, en la zona mas alta. Aquellos estrechos y tortuosos pasillos las condujeron a la nueva habítación de Catherine. Al abrir Margaret la habitación la chica no había podido evitar asombrarse, era una habítación para ella bastante grande , aunque la planta fuera un sencillo rectángulo.

Las paredes de la habítacion, al igual que el resto de la zona del servicio, eran grises y lisas. Luego el techo estaba surcado de vigas de madera formando la base del enorme tejado de la casa. El inmobiliario era aun más sencillo, un cómoda con deiversos cajones, un armario, una cama con un colchón que parecía un poco mullido y una mesita de noche junto a ella. Encima de la mesita había un candelabro de cobre con una vela, y a su lado había una jarrita de porcelana muy sencilla con un cuenco para k pudiese lavarse la cara por las mañanas. En la pared opuesta de la cama había un simple espejo al cual le tenían que pasar un plumero. Lo que mas le gusto de la habítación fue la ventana por donde penetraba un halo de luz que le daba toda la luminosidad a la estancia. Desde ella podía divisarse a lo lejos el bosque.

Desde luego Catherine estaba encantada con su habítación, sobre todo por el espacio que tenía para ella pues en el burdel había tenido que dormir con compañeras de cuarto y incluso alguna vez había tenido que compartir cama con su hermana. Si ella hubiera vivido...¿Le habrían dado una habítación igual de grande? Seguramente se hubiera quejado por el color de la pared.

Aquellos pensamientos sobre su hermana la hicieron en ese momento entristecerse, cada vez la añoraba más. Sin embargo Margaret supo como sacarla más o menos de su trance diciendola que tenía que vestirse de otra forma para ver al señor. La mujer la había sacado un vestido de sirivienta, el cual era negro y tenía cuello. En este, había un lacito blanco que caía sobre su pecho para ajustar el cuello. Las mangas eran blancas y al ponerselo Margaret las había ajustado con el botón que llevaban. Luego el traje llevaba encima un delantal que que le cubria el pecho y le llegaba casi un poco más abajo de lo que serían sus rodillas si se vieran. Este iba pegado al vestido por dos botones que lo aderian, uno a cada lado. Para ajustarlo del todo este se ataba por detrás haciendo un voluminoso lazo blanco, los tirantes del delantal llevaban unos volantes muy largos y voluminosos.

Margaret había tenido que ayudarla a poerselo, ya que ella estaba acostumbrada a los vestidos más sencillos que llevaba. Tuvo que ponerse el corsé debajo del vestido cuando ella solia llevarlo por fuera y debajo la parte que correspondia al vestido como toda campesina. Le resulto raro verse ante el espejo sin el corsé al descubierto. Además la falda al ser de un tejido mejor y llevar debajo como otro vestido junto con el corsé sentia que le pasaba más de lo normal y en lo momentos presentes se sentia más torpe al caminar, como si llevara un lastre al andar.

A pesar de todo, en el momento que se vio así vestida no pudo evitar sentirme mejor, ya no llevaba ese vestido arapiento, sino un vestido de calidad a pesar de ser para una simple sirvienta. Sin embargo no le convencia el color negro del vestido, era el color del luto; y la mujer lo noto en su cara cuando acabo de vestirla.

- No te preocupes por el color. - Le dijo en ese momento del pasado con una sonrisa. - Es provisional. Cuando te midamos te haremos uno. Tendras uno para trabajar por aqui de diario, uno para las fiestas y eventos que de el señor y otro de recambio por si se te estropea el primero. Además no nos vamos a desacer del vestido que llevabas. - Parecía que le había leido el pensamiento. - lo lavaremos y lo arreglaremos, y lo tendrás para cuando salgamos de la casa, para ir al pueblo a hacer las tareas que nos mande el señor.

Mientras seguian caminado por el pasillo en el momento presente, al recordar las palabras de la mujer y lo que ella había pensado, tal vez era lo mejor que llevara ese color. Así por lo menos le daría sus respetos a Emily, a Ham, a Franchesca y a todos los demás del burdel...bueno menos a la Tia Matty.

Se intento tocar el pelo, pero al sentir el tacto de la tela que lo cubría aparto la mano y sus intenciones tan rápido como pudo. Margaret la había metido todo su pelo ( Que ya era un logro) dentro de una especie de gorrito blanco con flecos que le cubría toda la cabeza y le hacía una visera como adorno. Según la jefa del servicio era para que no se dejasen por ahí los pelos al limpiar "¿Entonces de que serviria todo nuestro trabajo?" había comentado a carcajada limpia. A pesar de todo era una de las cosas que menos le gustaba a Catherine, echaría de menos sus peinados y de dejar libre su melena castaña.

Llegarón a un enorme corredor, con la paredes recargadas finamente con dibujos de flores y aves volando entre ellas, tambiens se veían unos cuantos cuadros colgados de las paredes de escenas de caza y de otras cosas que la chica no sabía exactamente de que eran. El final del pasillo estaba predecido por una ventana enorme.

La mujer se detuvo delante de una puerta con una talla muy sencilla y blanca. Se volvio hacía ella.

- No te procupes mi niña. - Le comento al mirarla. ¿Tan mala cara tenía? la mujer empezo a atusarla las mangas, los volantes y el vestido en general mientras hablaba - El señor a veces es un poco cascarrabias pero estoy segura de que le caerás muy bien, eres encantadora, no lo olvides. Vaya, se te ha salido un mechón del gorro. - Margaret cogio el mechón que le daba en la mejilla y se colocó de nuevo dentró de la prenda. - Ya esta, estas muy guapa. Por cierto, que no se me olvide, solo habla cuando el señor te pregunte, yo haré el resto.

Sinceramente algunas palabras de Margaret no le había echo que se tranquilizara en absoluto, pero decidió pensar en que exageraba.El corazón se le encogió dentro del pecho cuando la sirvienta alargo la mano hacia el pomo y abrió la puerta.

- Buenas tardes señor. - Dijo con tono alegre y gentil mientras pasaba dentro de la estancia.

Catherine la siguió tan pegada a ella como una lapa, incluso se escondió detrás del gran volumen del cuerpo de la mujer, no quería hacerlo pero había algo en su ineterior que la obligaba y le daba una sensación de inquietud.

Los olores de la sala la golpearón la nariz nada más entrar. Había un perfume dulzón que la invadía por completo y que impregnaba el aire de forma pegajosa. La chica se fijo en la cantidad de floreros ornamentados al detalle y con diversas formas que había repartidos por la sala, todos estaban a rebosar de coloridas y hermosas flores.

En la pared que tenía enfrente había unos enormes ventanales de medio punto, acompañados por unas cortinas de terciopelo con motivos. En las demas paredes todo era muy sencillo, eran de un color azul claro con motivos muy pequeños y de un color parecido, tanto que solo acercandote podias ver el dibujo. Los marcos que formaban rectangulos y motivos florares en las esquinas de las paredes, que se agarraban por estas y hacían camino un poco al techo, parecían haber sido tallados sobre la pared como si fueran madera. Había unos cuantos cuadros repartidos por la sala, el que más le llamo la atención fue uno de una mujer muy bella que había encima de la chimenea, esquisitamente tallada en mármol y que al entrar la había dejado en la pared de atrás de la sala. El techo era de madera con tallas pintadas con dorado y combinadas con la escayola del techo.

El inmobiliario de la habitación estaba compuesto por un par de sillones delante de la ventana con un tapizado mullido y a juego con el color verdoso azulado de las cortinas. Una mesa de marmol blanco entre los dos sillones y las otras mesas donde estaban puestos los floreros. En una de ellas había un reloj de oro labrado con escenas de batallas.

Por un momento la chica se sintió transportada a otro mundo, nunca había visto tanto lujo dentro de una habitación tan pequeña. Seguramente esa seria una de uso muy personal por la "sencillez" de casi toda la decoración. Auna sí era incapaz de imaginarse las otras salas de la casa que fueran para uso público. Oyo tintenear los cristalitos de la lampara de araña que con la luz de la atardecer despedian destellitos dorados sobre la pared.

- Buenas tardes. -respondio una voz notablemente grave y un tanto carraspeosa. - Veo que ya habéis vuelto del recado del que os mande, aunque esta vez ha sido tarde.

A Catheriene no le sonó muy bien aquel tono


- Señor,- La mujer regordeta hizo una reverencia a modo de disculpa - perdonenos a mi y al señor Trancys. Tuvimos un problema por el camino.

- Y supongo que ese problema será la chica que se esconde detrás de usted ¿no?

Se le paró el corazón y toda su sangre fue a parar a los capilares de sus mejillas, haciendo que se pusiera roja por completo. "Bien echo" le dijo una vocecita en su cabeza "acabas de dejar en rídiculo a Margaret y a ti misma"

La mujer se aparto a un lado dejandola a ella al completo descubierto ante el noble. Bajo la vista, era incapaz de mirarlo de la vergüenza que sentia en aquellos momentos.

- Señor, no se enfade por eso. La pobre es muy tímida. - La cogio por el brazo y la hizo que diera unos pasos hacia delante poniendose ahora Margaret detrás, pero siempre a su vera. - Se llama Lily Archer.

Catherine se inclinó un poco, no sabía exactamente como debía hacer una reverencia, nadie le había explicado como. Depués de eso la chica se atrevió por fin a levantar la vista y ver por primera vez al señor de la casa. No pudo evitar sentir como se le caia el alma a los pies.
El noble era un hombre con unas faciones un tanto cuadriculadas y duras. A pesar de eso pocas arrugas surcaban su rostro, solo unas patas de gallo y las bolsas de los ojos. Llevaba una peluca empolvada recogida en una coleta con un simple lazo negro y tenía unos cuantos rulos por la zona de las sienes. A su vez, lucía un bigotillo que ni siquiera le llevaba a los labios, cuyo pelo era tan blanco como la peluca. Por su cara Catherine dedujo que podría tener unos 40 años, año arriba año abajo. Sin embargo su enorme barrigón decía lo contrario.
Estaba apoyado sobre el respaldo del sillón y las carnes de aquel hombre parecían que se deslizaban a los lados, era como si hubieran dejado un trozo de carne grasienta sobre una mesa. Ni siquiera sabía como los botones del chaleco no habían salido despedidos aun. El chaleco que llevaba era de un rojo granate con bordado de hilo de oro y sus pantalones hasta las rodillas eran de un dorado a juego que le hacía daño a la vista. Las medias que llevaba, que se llevaban a esconder debajo del pantalón era de seda blanca. Por ultimó los zapatos eran lo más sencillo de la vestimenta, negros con una hebilla de oro, sin embargo tenían un tacón considerable.
No sabía si tenía más ganas de eacharse a reir o de gritar de la ira que la comia por dentro. De todos los nobles tenía que haberle tocado el más gruñón, el más impertinente y encima el que estaba emparentado con las ballenas. ¿Por qué todo tenía siempre que salirle mal? Seguramente su tía Matty estaría riendose a carcajada limpia donde quisiera que estuviese en el infierno
- Reverencia de una vulgar campesina. - Apuntó tras unos segundos despues de haber analizado su saludo.
Ahora el noble la miró de arriba a bajo estudiando su aspecto mientras se tiraba de un par de pelos de su bigote casi inesistente. La chica no pudo evitar encogerse, sentia que los ojos oscuros de aquel hombre podían trasparsarla, se sentía realmente incomoda bajo su mirada. le vino a la cabeza las imagnes de las caras de los clientes habítuales del burdel.
-¿Y cómo la encontrásteis? - Preguntó tras acabar su analisis, a la mujer
- Mientras volviamos nos encontramos con un pueblo arrasado por un fuego, ella fue la única superviviente que encontramos. Estaba muy mal señor, pensabamos que jamás iba a despertar.
Un profundo silencio se hizo en la sala hasta que fue roto por las palabras suplicantes de Margaret.
- Por favor señor, permitala que se quede con nosotros. No tiene a donde ir ni tampoco a nadie.
- ¿Por qué iba a querer yo una campesina en mi casa? Ya tengo muchos criados.
- Eso no fue lo que dijiste ayer.
La nueva voz que apareció en la sala sobresalto a Catherine. Giro la cabeza al lugar de donde había salido y no tardo nada en toparse con chico que estaba sentado en el otro sillón más cercano al señor ballenato. Sí, Catherine ya le había bautizado.
Este tenía poyado un brazo en el reposabrazos acolchado del sillón y miraba directamente al hombre noble con una mirada que denotaba su reproche.
- Siempre te quejas de que tenemos pocos sirvientes. Además ¿le vas a denegar a esta pobre chica un techo después de lo que habrá pasado?
Mientras hablaba, la muchacha le observaba con atención. Tal vez era su salvación, lo que podría convencer a aquel noble de que la dejara quedarse, pues parecía que no tenía muchas intenciones de hacerlo.
Le intentaba sacar el parentesco, pero no estaba muy segura de que fueran padre e hijo, no se parecían mucho la verdad. El chico era esbelto y se notaba que era mucho más alto que el señor ballenato. Tenía el cabello de un color castaño más claro que el suyo y desprendia algun reflejo. Lo llevaba recogido en una coleta por medio de un lazo rojo y le llegaba un poco más de donde el cuello se unia a la espalda. A pesar de eso un flequillo abierto le caia un poco por delante de los ojos, y varios mechones le caían largos por delante de las orejas pequeñas hasta casi rozarle el hombro. La nariz era respingona y la cara larga y angulosa, con los pómulos altos.
Su pañuelo liso lo llevaba sujeto por dentro, a diferencia del hombre que lo llevaba por encima del chaleco. El chico lo llevaba de un verde claro muy brillante y en la parte baja de este había unos bordados muy sutiles con hilos de plata fina. El pantalón era entre marrón y un rojo muy debíl, como a juego con el pañuelo. Las medias eran las blancas sencillas y sus zapatos, los típicos negros con hebebilla de plata, además no tenían mucho tacón.
- No me acuses de poca compasión - Le reprochó el hombre. - que eso lo tengo de sobra.
El muchacho intentó contestarle, pero este se contuvo hacíendo una mueca. Luego le dirigió a ella la mirada. Catheirne apartó la suya enseguida e hizo como si se mirara las faldas, como si nu hubiera pasado nada aunque por el rabillo de ojo vio que el chico tenía la misma forma de los ojos que aquel tio, aunque los suyos eran de un castaño muy claro y brillante.
 
- Señor, - habló por fin Margaret. - pienselo bien, necesitamos renovar un poco el servicio. Ya no somos tan jovenes como hace unos años y nos ponemos más veces enfermos. No digo que ella pueda sustituirnos a todos pero podría hacer algunas tareas de más cuando algún sirviente este indispuesto.
 
La mujer esbozo una sonrisa gentil y dulce, anque a la muchacha le parecío que estaba salpicada de súplica. Clavó sus ojos verdes en el noble que supuestamente era su señor, y se encontró con que la estaba mirando fijamente a los ojos. Quiso bajar la mirada pero algo dentro de ella dijo que si lo hacía no tendría oportunidad de quedarse allí y si no era allí ¿Dónde iba a ir?
 
- Tienes unos ojos muy extraños para una vulgar campesina.  - Soltó de repente el hombre ignorando por completo a la señora Boold - Acercate un poco.
 
Le hubiera gustado decir que no, pero en en la situación en la que estaba más bien le valdría obedecer.
 
- He de reconocer que tenéis unos buenos ojos. - siguió él - Y por el mechón que se os escapa de ese ridículo gorro tendreís un pelo digno ver, quitaos esa cosa de la cabeza.
 
La muchacha estaba un poco perpleja ante el cambio de humos del noble ballena pero no quería tampoco parecer desconfiada su vida ahora pendia de un hilo. Al irse al quitar el gorro, se dio cuenta de que efectivamente el mechón de antes se había salido de nuevo, tal vez al hacer la reverencia. Al quitarselo el peinado imporvisado que le había echo la mujer regordeta se vino a bajo y el pelo le cayo por lo hombros hasta su cintura; y como no su flequillo volvió a su estado natural.
 
- ¿Por qué no me la habeís traido así? - Casi rió con su voz grave que pareció que salia de un tunel. - De esta forma no habría dudado en si ponerla en la calle.
 
- ¿Qué se os esta pasando por la cabeza? - Preguntó de repente el muchacho.
 
- Muy sencillo - parecía orgulloso del plan que se había trazado en su cabeza. - El señor Charles Owllett simpre a presumido de sirvientas guapas. Ellas lo son por supuesto, las he visto pero....no lo son tanto como esta. - Hizo una pausa para mirarla y luego volver la vista al chico. - Tal vez no tengamos una todo un servicio como él pero más vale una y que supere a las otras con creces, que no muchas. Me encantará ver la cara que pondrá en cuanto la vea.
 
- ¿Entonces se puede quedar señor? - Saltó margaret de repente casi con un brillo sobrenatural en los ojos.
 
- Sí, sí  que se quede pero Margaret necesito que la enseñes rapidito. La fiesta se celebrara pronto y quiero que este bien preparada. - Se volvio al chico - Quiero que todos los presentes se queden sin habla por todo, incluso hasta de mi servicio. ¡Ah! y -  la miro directamente a ella, clavando sus ojos oscuros en los verdes de ella. - no quiero verte con ese estúpido gorro por aqui.
 
- Sí...emm...señor - Era lo mejor que había odio en todo el día.
 
- Bienvenida a la casa de los Fieldcourt. - Dijo el chico con una media sonrisa.
 
Catherine, le hizo una reverencia en forma de agradecimiento.
 
- Enseñale ha hacer una reverencia en condiciones.
 
- Sí señor.
 
Margaret se inclinó un poco y tanto ella como la mujer se dieron la vuelta y salieron de la sala cerrando la puerta.
 
Al sentir que la puerta estaba ya cerrada tras de ellas, la chica no pudo evitar lanzar un suspiro de alivio por un momento se había creido de patitas en la calle y ella ni siquiera sabía donde estaba. Entonces fue sorprendida por el abrazo de Margaret. Esta la estrechó tan fuerte contra sí que creyo que iba morir estrangulada entre sus brazos y su pecho.
 
- ¡Qué alegría mi niña! - Dijo cuando la solto de sus brazos con un color azulado en el rostro. - Ya veras como aprenderas todo lo necesario antes de la fiesta. No tienes porque agobiarte ni preocuparte de nada. Hoy descansa ya pero mañana a primera hora te ire a buscar y despues de desayunar te tomare las medidas para tus vestidos. Luego te enseñare la casa, y despues te enseñare a limpiar las habitaciones, las sabanas....
 
Comenzarón a andar por el pasillo por la dirección en la que habían venido mientras las ultimas luces del dia se filtraban por la ventana y iluminaban el pasillo casi hasta el fondo. Mientras Margaret seguia con el horario de tareas del día siguiente ¿O ya iba para pasado mañana?
 
- Margaret. - La interrumpió. La mujer dejo de hablar y la miro esperando sus palabras. - ¿Qué tipo de noble es el señor?
 
 Catherine sentía mucha curiosidad respecto. Sabía que los nobles a su vez se dividian en varios escalafones y que estos se distinguian entre los más poderosos, sobre todo, en como organizaban las fiestas y en cuanto duraban. Querría saber si el señor noble de las ballenas era importante, ya que jamás había oído su nombre. 
 
- Es un conde Lily, nada más ni nada menos. - Luego ella siguio soltando las tareas como si estuviera poseida
 
Catherine comprendio lo que aquello significaba. Los condes eran los más altos de la escala de la alta nobleza. Había tenido "suerte" en cierta manera. Podría disfrutar de la más alta sociedad en la fiesta pero por otra parte su señor la inquietaba bastante.
 
Sin embargo había algo que no la cuadraba, aquel muchacho joven. ¿Qué pintaba en la habítación? No parecía estar de visita, pero tampoco parecía su hijo aunque tenían parecidos en pequeños aspectos. Tal vez  hubiera salido a la madre. ¿Qué por cierto donde estaba la señora? Bueno ahora eso era lo de menos, ya iria  sabiendo las cosas con el paso del tiempo.
 
 
 
 
         

miércoles, 14 de agosto de 2013

Red Capítulo 9 (La)


 

¡PLOF! Así sonó la rueda de al carro al caerse dentro de un enorme bache.
 
- ¿Es qué no miras por donde andas? - Saltó una mujer regordeta tras el bote que había dado al atrancarse la rueda.
 
- ¿Y tu por qué no bajas aqui y lo llevas tu solita? - Refunfuñó su acompañante.
 
- Porque ese es tu trabajo y no el mio.
 
El hombre que acompañaba a la mujer la miro de reojo y sin querer liar más el hilo fue hacia la rueda para ver como podía sacarla. Este era un hombre ya un tanto mayor, llevaba un sombrero de paja para protegerse del sol de verano que incidía directamente en la campiña y tenía una barba gris completamente descuidada la cual estaba ya salpicada de las canas de la edad. Por otra parte la mujer, que ni había echo nada por moverse del asiento, llevaba un sombrero de paja pero con el ala más ancha que el hombre y vestia con un vestido blanco muy sencillo.
 
El hombre examinó la rueda y luego empezó a empujarla con toda la fuerza que le era posible.
 
- Creo que tu fuerza se te ha ido con los años. - Se burlo ella.
 
- Y yo veo que sigues tan plasta como siempre, ¿porque demonios sigo haciendo esto contigo?
 
- Porque sino  los comerciantes te estafarían, con lo tonto que eres...
 
En ese momento vino una ráfaga de aire y la mujer se tuvo que sujetar el sombrero para que no volase. El aire les trajo a ambos un olor a madera chamuscada parecido al que desprendian las chimeneas en invierno. Sin embargo este era muy fuerte como si hubieran encendido miles de esas chimeneas. La mujer miró hacia la dirección del viento mientras que el hombre volvió a intentar levantar la rueda para sacarla del bache.
 
- Peter. - Llamó ella.
 
- Si me llamas para pedirme permiso para ayudarme, perfecto, permiso concedido pero si no ya te estas llendo al infierno.
 
- ¡Peter!
 
Levanto la cabeza para refunfuñar una vez más pero esta vez sus ojos se quedarón clavados hacía el horizonte. A lo lejos se veía una enorme columna de humo negro que se iba disipando a medida que ascendía por el cielo.
Entonces la mujer bajo del carro y echo andar por el camino en dirección al humo.
 
- ¿Se puede saber qué haces? - Dijo el hombre barbudo.
 
- ¿Tu qué crees? Ir hacía allí, puede que haya gente que necesite ayuda.
 
- Tal vez sea un granjero quemando las malas hierbas.
 
- ¿Crees que cuatro matojos van hacer ese humo tan grande? ¡Ni en broma! No seré granjera pero se cuando un humo es de unos rastrojos o no.
 
Se dio la vuelta y recogiendose las faldas como podía echo a correr tan rápido como le permitian sus piernas regordetas.
 
- ¡Margaret! ¡Espera! Mar... condenada mujer.
 
Completamente vencido y sin ni siquiera tener oportunidad de protestar más, sacó toda la fuerza que podía llegar a tener y consiguio desatascar la rueda del bache. Después se fue a donde estaba el caballo que llevaba el carro, un jamelgo como otro cualquiera de tonos grises y blancos, como si le hubieran expolvoreado ceniza por encima. Cogío las riendas y llevo al animal hasta donde estaba ella.
 
Con el paso que llevaban no tardarón mucho en llegar a un cruze de caminos donde tomaron uno que parecía ir directamente hacía el humo. Otros minutos más tarde se encontrarón no muy lejos de lo que parecía haber sido un pueblo. La imagen para ambos era desoladora, aquel lugar que parecía haber sido un lugar tranquilo y alegre ahora parecía una autentica ruina. Las casas estaban en su mayoría derruidas y consumidas por el fuego, las vigas ennegrecidas aparecían al descubierto como si se tratasen de huesos rotos. Las paredes que habían quedado en algunos  edificos estaban negras y los campos de alrededor, que antes eran amarillentos y verdes, estaban negros como el carbón y de algunas partes salian como serpientes fantasmagoricas hilillos de humo.
 
Peter le entregó las riendas a la mujer y esta le miro con gesto extrañado.
 
- Quedate aquí. - Dijo él.
 
- No, yo voy contigo. - Replicó Margaret cuando Peter se subio al carro y empezó a rebuscar entre las cosas que traián y que habían comprado, las cuales estaban cubiertas por sabanas y  mantas.
 
- Debes quedarte, Polvorín no debe quedarse solo y este sitio me da muy mala espina.
 
La mujer no dijo más, sabía que iba a ser imposible razonar en ese sentido con él. Por fin Peter encontró lo que buscaba: un rifle de caza que siempre llevaba con él. Comprobó que estuviera cargado y antes de irse cogió el saquito de pólvora y junto con el de las balas, se los metio en los bolsillos del pantalón. Camino por lo que debería haber sido el sendero que conducía hacía la pequeña población y se interno entre las casas.
 
Se recorrió el pueblo de arriba abajo, incluso se atrevió a meterse dentro de algunas casas que habían conseguido mantenerse en pie y rebuscar entre los esconbros. A pesar de todo, mientras buscaba, tenía que ponerse el brazo en la nariz para impedir que el olor a carne chamuscada y los olores de los cuerpos que ya empezaban a descomponerse le llegarán. Lo peor fue cuando se encontro con la plaza principal del pueblo, donde había un montón de cadáveres esparcidos por el suelo, algunos cuervos ya se habían acercado a ellos y los estaban empezando a picotear. No pudo evitar salir corriendo hacía una esquina y echar todo el desayuño, el olor en esa zona era completamente insoportable, sentía que se le pegaba por todas partes del cuerpo e incluso a la ropa, era nauseabundo y pútrido mezclado con el olor a chamusquina y sangre hervida.
 
Tomo una pequeña calle que lo llevó, tras saltar unos escombros, a otra parte del pueblo donde había algunas casas repartidas y un sendero ennegrecido que conducia hacia el edificio más alejado del pueblo. Tras registrar las casas se fue hacia ese edificio y cuando llego se encontró con que de este solo quedaba una pared que indicaba su antigua altura, y que las demas albergaban los escombros de las demás plantas. Ni se molesto en buscar supervivientes allí, nadie podría haber sobrevivido a eso.
 
Se fijo que las llamas habían llegado a una pradera de hierbas verdes que brillaban con los rayos de sol, esa parte del pueblo, en la que había un rio. "Bueno al menos no todo se ha perdido" pensó intentando ser positivo, aunque sabía que aquello había sido una catástrofe ¿Cuánta gente podía haber perdido la vida en el incendio? tenia que haber sido eso, no había otra explicación.
 
Cuando ya iba a emprender el camino de vuelta, divisó a lo lejos lo que parecía ser una persona tumbada entre las hierbas. Total no tenía nada que perder si era otro muerto lo vería desde lejos y no tendría por qué acercarse. Fue por toda la pradera mientras que las hierbas se mecian al son del viento. Al estar más cerca vio que su cuerpo era el de una chica, joven con el pelo castaño.
 
Aceleró el paso y llegó junto a ella. La chica tenía las ropas manchadas de hollín y por la parte del faldón de su falda estaba ligeramente chamuscado, incluso tenía algunos desgarrones sin importancia. Estaba tumbada boca abajo cerca de un monticulo con la tierra recién echada.
 
El hombre se agacho y la observó de cerca. No parecía tener heridas graves. La comprobó el pulso poniendo los dedos sobre la artería del cuello. Al sentir los ligeros y debiles golpes del corazón de la muchacha el hombre abrió los ojos de par en par. No sabía como había podido empezar el incendio pero viendo el estado del pueblo y los cuerpos inertes, era un milagro que esa chica estuviera viva.
 
Sin pensarlo dos veces se paso la correa del rifle por el hombro, cruzandoselo por el pecho y dandole la vuelta a la chiquilla, la cogió en brazos. Todo esto haciendolo de la manera más delicada posible, no quería que sufriera ningún daño, ya bastante habría pasado la pobre.
 
Cuando ya la tuvo bien cogida y de una forma que la cabeza de la chica estuviera bien apoyada en su pecho, tuvo la idea de rodear el pueblo, pero no sabía muy bien cuanto iba a tardar o si se perdería. Maldijo a todo lo maldecible por saber que tenía que recorrer el mismo camino de antes y tener que volver a ver aquel horrible espectáculo que le ofrecía aquel lugar.
 
Fue volviendo al edificio y empezó a recorrer el sendero que lo llevaba al centro del pueblo. Iba despacio para no hacerle ningún daño a la chica, pero iba a paso ligero pues sentia que todos los ojos de los fantasmas de aquellas personas que habían sido asesinadas por el fuego le observaban.
 
                                                                                    ***
 Estaba rodeada. Las llamas se iban acercando más y más a ella. No veía nada, solo el pueblo ardiendo a lo lejos. Entonces en un intento de valentia Catherine echo a correr hacia las llamas y dio un salto. Esta paso la barrera de llamas y se dirigio hacia al pueblo. Sin embargo la chica frenó en seco al ver la figura de Emily a lo lejos. La llamó pero esta no pareció oirla. Volvió a llamarla intentando elevar aun más la voz sobre el furioso crepitar del fuego. Vio como la silueta de su hermana se daba la vuelta. Fue lo único que hizo pues luego se mantuvo quieta sin dar ninguna muestra de vida. Ni siquiera cuando una llama se la llevo haciendo que desapreciese de su vista. Catherine se quedo con los ojos muy abiertos sin poder dar credito a lo que acababa de ver, ni siquiera el sudor que la bajaba de la frente y se le metia en los ojos provocandole un horrible escozor la impidieron apartar la vista. De repente sintio una horrible necesidad de mirar la frente. Sabía que no debía, sabía que sería su perdición pero al final dirigió su vista temblorosa hacía el pueblo. Allí estaba, aquella figura negra dandola la espalda. En ese momento esta se dio la vuelta para observarla. No supo disitnguir si era humano o no. Tenía los ojos enormes y blancos y una boca extremadamente grande. Nada más verla aquella cosa la sonrió con una mueca que rozaba lo sádico y mostró una sonrisa llena de dientes puntiagudos llenos de la sangre de los pueblerinos. Catherine no pudo aguantar un grito.
 
Los ojos de la chica se abrieron de golpe  acompañados por el grito que había iniciado en su sueño. Unas manos bastante grandes la cogieron por los hombros y la recostarón de nuevo en la cama. La chica intentó zafarse de ellas pues aun creía que seguia en su pesadilla.
 
- Tranquila. - la voz femenina que la habló era suave como la seda y estab cargada de la paz y la tranquilidad que a Catherine le faltaba en esos momentos. - shhh tranquila niña.
 
Al principio sus ojos recorrian con nerviosismo la habítación en la que se  encontraba y conseguia fijarse en ningún punto para determinar donde estaba. En ese momento un cuenco con agua apareció delante de sus ojos, incluso estuvo a punto de meter su nariz puntiaguda y respingona en todo el agua.
 
- Bebe. - Fue la primera vez que se fijaba en quien la hablaba. Era una mujer de carnes anchas, aunque no superaba ni con creces a Thonks, su cara era completamente redonda y tenía un par de pecas en lo que era la punta y el tabique de la nariz. Llevaba el pelo recogido en un sencillo moño con algunos mechones sueltos y sus ojos eran de un azul claro que resaltaba con su precioso color caoba de pelo. - Estas deshidratada, debes beber así podras situarte mejor.
 
La chica cogio el cuenco y bebió al principio timidamente, luego dejó atrás la formas y bebio como si fuera un carretero, con tragos largos y rápidos inlcuso algunas gotas se le escaparón de la boca y se le deslizarón por la garganta. En cuanto lo dejo vacio la mujer se lo cogio y lo volvió a llenar con una jarra de metal que tenía en una mesilla cerca de la cama.
 
Catherine tomó otro sorbo con más tranquilidad y sostuvo el cuenco con ambas manos. Era la primera vez que se daba cuenta de que estaba empapada en sudor.
 
Echo un vistazo a la habítación donde estaba. Era un tanto pequeña, no  como las habitaciones del prostíbulo, las paredes eran blancas y estaban surcadas de vigas de madera. Detrás de ella había una ventana con unas cortinas también blancas y la puerta estaba enfrente de ella cerca de la esquina. Por el mobiliario lo único que había era su cama, la silla donde estaba la mujer y la mesita.
 
- ¿Estoy muerta? - Fue lo primero que se le vino a la cabeza, no podía creer que estuviera allí. Todo era tan limpio y puro que no podía creerse que existiera, a pesar de que en algunas paredes de la habítación tenían humedades.
 
- Por suerte no. - Respondió la mujer. - Estas en una posada.
 
- ¿Posada?
 
- Sí, estabas inconsciente cuando mi amigo te encontró. Pero aparte de eso no tienes heridas, solo un pequeño corte en una pierna que ya esta curado, nada que yo no pueda arreglar.
 
La mujer la sonrió pero Catherine no se percato de ello, andaba metido dentro de sus recuerdos de la noche anterior. Recordaba como se había echo el corte, recordaba el fuego, los cadáveres, a su hermana....los veía claramente delante de ella como si siguiera allí. Por unos momentos se pregunto, como había echo con el cadaver de su hermana entre sus brazos por qué ella había tenido que vivir, era la que menos se lo merecía. Había sido mentirosa, desobediente, había dado problemas a la tia Matty y a la pobre Franchesca, sin embargo su hermana...¿Qué había echo ella para merecer la muerte?¿Por qué ella se salvó de las llamas? Ella merecía estar enterrada y Emily debería estar en aquella camada postrada con esa mujer.
 
Entonces unos golpecitos sonarón en la puerta. La mujer permitió pasar al visitante y al abrirse la puerta entró un hombre que ya tenía sus años, pero que tempoco es que fuese un vejestorio. Tenía el rostro endurecido por algunas arrugas que ya le surcaban la cara, los ojos pequeños y oscuros le hacían juego con la barba despeinada gris y con alguna otra cana.
 
- Vaya me alegro de que estes despierta chiquilla, nos diste un buen susto.
 
El hombre se acerco a ellas y Catherine no pudo evitar sentirse un poco intimidada, desde donde estaba parecía bastante alto.
 
- Este es Peter Trancys. - Le presentó la mujer. - Fue él quien te encontró. Yo soy Margaret Boold, iba con él.
 
Catherine dio un movimiento leve de cabeza hacía bajo en señal de agradecimiento, aunque no estava muy segura de ello.
 
- Te econtramos en pueblo, cerca de nuestra ruta habitual. ¿Sabes que pasó allí?
 
- Por dios Peter deja a la chica en paz. - le replico la mujer totalmente indignada.
 
- Hubo un incendio. - Constestó de repente mirando a ningún lugar.
 
- ¿Sabes como empezó? Es que nunca habiamos visto tal cosa. Además solo te encontre a ti viva, solo a una persona.
 
- Estaba fuera cuando empezó. Llegué tarde.
 
- ¿Y que hacias fuera?
 
La pregunta de la mujer hizo que Catherine se alarmára. No podía decirles la verdad sobre aquello, si se enteraban de que había vivido en un burdel con las demás prostitutas podrían dejarla por allí abandonada a su suerte. Además ¿a donde iba ir ahora? No tenía casa, no tenía dinero y su único hogar, e incluso la casa de su familia, habían sido aniquiladas en el incendio y ahora solo serían un amasijo de ceniza.
 
Aun así acababan de decir que conocian el pueblo por estar en su ruta habítual, si era así, tenía que mentir por narices, ya que corria el riesgo de que conociesen el burdel y nadie, ni siquiera las buenas personas querían tener "mujeres desventuradas" cerca de ellas aunque ella en sí no lo era. La única persona normal que la había querido cerca había sido "Ham" y ahora su cad´´aver estaba siendo picoteado por algún cuervo.
 
- Había salido a coger leña - mintió. - nos quedamos sin madera para el fuego así que fui al bosque pero me entretuve.
 
Catherine miro hacía abajo, lo ultimo que había dicho la pesó como cien toneladas de metal sobre sus hombros por que al fin y al cabo ella estuvo en el bosque mientras los demás ardían.
 
- Tal vez eso fue lo que te salvo mi niña. - Margaret la cogio por el brazo intentando consolarla.
 
- ¿Cómo te llamas? - Saltó Peter.
 
- Me llamo....- Empezó a buscar rapidamente nombre sencillos, nombres que no perteneciesen a las chicas del burdel, nombres fáciles de recordar. - Lily, me llamo Lily.... - echo una mirada rapida y vio que en la jarra de metal había un nombre grabado muy pequeño se fijo en el apellido. - Archer. Mi familia tenía una pequeña tierra en la que cultivabamos. Nos iba bien.
 
- ¿Sabes si tu marido escapó? Lo digo por si pudieramos ir a buscarlo, tal vez si lo hizo, este vivo por algun lugar.
 
Catherine sintió que el corazón le dio un vuelco que casi hizo que se le saliera de la caja torácica. Ella con sus 16 años debería estar casada y no lo estaba, tenía que buscar una forma de salir de esa encrucijada. Odiaba mentir, siempre lo había odiado pero a pesar de ello había antepuesto su supervivencia antes que su codigo moral. Sin embargo aun seguia pensado en si debia morir o vivir.
 
- No era aún mi marido. - Se atrevió a decir. - Era mi prometido, mi padre era muy quisquilloso y quiso elegir de los pretendiendes el que mejor me iba a tratar. Pero eso ya da igual.... - Había que hacer un poco de teatro.
 
- ¡Oh!  - Dijo la mujer poniendose una mano en el pecho y casi a punto de llorar.  -¡Pobre chica! Lo siento muchísimo por ti, lo has perdido todo.
 
- Tu animala.  - Protestó Peter.
 
- Eres tu él que ha preguntado.
 
- Entonces - siguió, ingnorando el comentario de la mujer. - él y tus padres estan muertos.
 
- Sí, solo pude enterrar a mi prometido. A mis padres se les hundió el granero encima.
 
Las lágrimas se la agolparón en los ojos, queria decir la verdad, que la persona a la que había enterrado era en verdad su hermana pequeña. No queria manchar su memoria, no queria que se la olvidase pero sin embargo las circunstancias decían lo contrario. Además esas personas parecía buenas, aunque Peter seguía pareciendola un poco intimidante.
 
Margaret la abrazó con cariño en un intento de consuelo. La chica no lo rechazó y se dejo consolar por la mujer regordeta.
 
- No podemos dejarla en cualquier sitio Peter. Esta sola, no tiene a donde ir.
 
- ¿Quién ha dicho lo contrario? - Soltó él - Pues claro que no la vamos a dejar aqui.
 
Catherine alzó la vista para dirigirle un mirada de agradecimiento, nunca pensó que ese hombre podría llegar a ser tan amable desde luego por la expresión con la que había entrado por la puerta ella había creido que tendría que recorrer los caminos de las campiña en solitario y dependiendo de la suerte del día.
 
- El problema es el servicio. - Dijo  Margaret como cavilando sobre el tema.
 
- El servicio eres tu Margaret, y tu simpre dices que el servicio necesita gente para ese sitio tan grande.
 
Catherine los miraba alternativamente ¿Servicio? ¿Sitio grande? ¿De dónde venía esa gente? Desde luego vulgares campesinos no parecían a pesar de la sencillez de sus ropas.
 
- ¿No te importa llevar alguien más en el carro?
 
- ¡Qué va! Polvorín no sera joven pero aguanta con dos pasajeros perfectamente.
 
La chica seguia observandolos discutir sobre su situación sin saber que decir ante esta muestra de ¿Ayuda?¿Caridad? Bueno no sabía como demonios llamarlo pero jamás en su vida había recibido tal trato. Solo "Ham" era el único que la había ayudado cuando era pequeña y cuando se habían vuelto a ver. Por supuesto la tia Matty la había cobijado bajo su techo casi toda su vida pero al fin y al cabo solo por puro interés, solo con la intención de que ella y Emily llevarán el prostibúlo como madams conjuntas.
 
- Lily - A Catherine le costó reaccionar ante su nuevo nombre pero fue lo suficientemente rápida como para escapar de sus pensamientos atormentados. - Nosotros te podemos ofrecer comida y un techo durante el resto de tu vida - Dijo la mujer. - Por desgracia no te prometos un gran lujo pero sí estar entre él. ¿Qué dices? ¿ vienes con nosotros?
 
La chica les dirigió miradas alternas, no entendía que quería decir muy bien con sus palabras pero aun así...ella no se merecía estar allí, su vida había muerto con el pueblo y su alma se había quedado allí para siempre encerrada al igual que la de los pueblerinos que perecieron.
 
- No quiero ser una carga. - Contestó ella con sinceridad.
 
- No lo serás - La respondió Peter.  - Queremos que vengas señorita Archer, sé que puede ser duro empezar de cero y más con lo que habéis pasado. Pero no debeís quedaros ahí, debeís seguir con vuestra vida. Pensad que es lo que vuestra familia en general hubiera querido. ¿Habrían querido que te quedaras aqui plantada y preguntandote por qué no tu? No, yo creo que no. Si yo fuera tu padre, tu madre o tu prometido trataría de decirte que vivieras y que dejaras atrás todo lo demás. Lo que esta muerto no puede volver pero lo que esta vivo puede seguir caminado e ir hacía delante. Como te ha dicho Margaret no te prometemos una vida de lujos y fácil pero sí una en la que puedas vivir en paz y estar a salvo de todo.
 
No supo que decir ante sus palabras, pero pensó en que llevaba parte de razón, deseaba que su hermana estuviera allí con ella, deseaba volver a ver Franchescha hacer sus numeritos y a que "Ham" la trajera una piruleta cada vez que fuera al burdel. Sin embargo como bien había dicho Peter esas personas y esas cosas jamás volverían, estaban muertas y no se iban a levantar. Pensó en Emily otra vez ¿Qué habría dicho ella ante esto? Seguro que diría que lo que muere hubiera ido al cielo y que esas personas muertas velarían por los vivos esperando a que hiceran lo correcto.
 
Era una buena oportunidad de empezar, incluso con el nuevo nombre. Emily no hubiera rechazado esto, ni de lejos. Al fin Catherine asintió con timidez guida por los pensamientos que habría tenido su hermana.
 
- ¡Cómo me alegro de que hayas dicho que sí! - Dijo la mujer a la vez que se abalanzaba hacia ella y la abrazaba tan fuerte que casi la cortó la respiración.
 
- Hoy descansaremos aqui y mañana saldremos a primera hora, creo que si no tenemos ningún percance más llegaremos por la tarde a buen paso.
 
 
 - De...de acuerdo... - Intentó decir la chica a la vez que luchaba por respirar entre los brazos de la gran Margaret.
 
El hombre se despidió agachando un poco la cabeza y salió por la puerta. El resto del día lo paso entre los cuidados de Margaret. La mujer no la dejaba ni un minuto sola y pensó que tampoco en el viaje lo haría. La mujer le caía bien, era muy agradable y le divertía que esta le hablara de Peter y de sus pequeños viajes juntos por la campiña. Esa misma tarde la llevó a que conociera a Polvorín, el caballo que tiraba del carro. Peter estaba allí y las acompaño mientras Catherine mimaba al animal. En cierto modo le recordo al desaparecido Cascos, no sabía si habría sobrevivido al incendio aunque siendo un caballo y con lo deprisa que corría estaba segura de que estaría por algún lugar.
 
Al fijarse en el carro Catherine se fijo en lo que llevaban, aunque la gran mayoría de las cosas estaban tapadas. Aun así distiguió alguna que otra ave de caza y carne seguramente de ternera. También se fijo en el rifle que había entre las sabanas y la llamó la atención. Jamás había visto uno, ni siquiera en el prostíbulo, basicamente porque nunca había echo falta ademas cada chica llevaba su propio cuchillo enganchado a las enaguas o escondido en sus pololos menos ella y su hermana claro.
 
- Las señoritas no deberían jugar con esas cosas. - Comento Peter divertido al ver como Catherine observaba el rifle.
 
- Jamás he visto uno. - Confesó.
 
- Me alegro por ello. Las armas no son buenas herramientas pero ayudan en ciertas tareas.
 
- ¿Sois cazador?
 
- Más o menos. - Dijo soltando una carcajada.
 
Por lo noche Catherine devoró la cena que se les puso a los tres delante, no sabía cuanto tiempo había estado incosciente pero tenía que haber sido un par de días pues ella no solía comer tanto. Al acostarse pensó de nuevo en su pueblo y en todos lo que vivían allí.
 
Siempre la habían tratado mal, incluso antes de irse a vivir al burdel. Todos se metian con ella por el simple echo de que su madre había sido una prostituta hasta que su padre se casó con ella. Por supuesto las cosas fueron a peor cuando su madre volvió al burdel tras la desaprición de su padre. Por una parte deseó que esos momentos aquellas personas estuvieran quemandose igual que lo hicieran aquella noche en el infierno pero por otra...¿Era tan sumamente cruel como para desear esa muerte tan espantosa? No pudo pensar más pues luego se quedo dormida. Aquella noche tuvo de nuevo pesadillas con aquella silueta.
 
Por la mañana despues de desayunar emprendieron el viaje hacia aquel lugar desconocido el cual a Catherine le despertaba cada vez más curiosidad. Se sentó detrás de Margaret y Peter y estuvo conversando con ellos durante todo el camino. Entre traqueteos sus dos rescatadores hablaban sobre todo de lo que le iba a gustar el sitio al que iban. Hablaban de jardines amplios y verdes con estanques y flores a cada cual más hermoso. La chica no quería hacerse ilusiones, pues la vida la había enseñado a no tenerlas y las ultimas que habían tenido habían sido destrozadas.
 
Cuando el Sol comenzó a bajar por el cielo llegarón a otro pueblo que a a la chica le pareció muchísimo más grande que el suyo. Al entrar en el, descubrío una actividad que jamás había visto en el suyo. Gente llendo de un lugar a otro ocupada con sus que haceres, mercaderes vendiendo a gritos su mercancia, había como pastores predicando la religion a grito pelado y otros que al igual que los reverendos estaban subidos en altos, pero estos estaban en plataformas de madera y aullando sobre leyes y algo llamado parlamento que Catherine no había oído en su vida.
 
- ¿Qué es un parlamento? - Pregunto la chica a sus acompañentes.
 
- Es un grupo de idiotas que solo saben parlotear sobre leyes y otros estupidecess varias, y que se llevan el dinero de la gente más honrada, y que además bailan al son de la realeza como titeres. En resumen, una panda de sabandijas sin escrúpulos.
 
Margaret le dio un codazo a Peter y le dijo algo que Catherine no alcanzó a oir, pero por el tono parecía un reproche.
 
- Mi niña, un parlamento es un lugar donde se reunen un grupo de hombres de sangre noble, además del rey.
 
- El rey estara en esas reuniones en cualquier parte menos allí. - Refunfuño Peter.
 
 Margaret le lanzó una mirada asesina, por otro lado Catherine no le habia quedado muy clara la idea de lo que era un parlamento, lo único que era un lugar donde se reunian los nobles para hablar, "que cosas más aburrida hacen los nobles" pensó.
 
 Pasarón toda la calle principal en la que Catherine pudo ver a lo lejos un par agujas de iglesias. Aquello la sorpendió muchísimo pues en su pueblo solo contaban con una iglesia y esta era muy modesta y pequeña. O eso le había dicho "Ham", ella jamás había pasado a la iglesia. No entendía porque a las chicas del burdel no las dejaban pasar si al fin y al cabo esas personas eran hasta más malas que sus propias compañeras.
 
De repente dejaróan atrás al pueblo algo que la desconcertó.
 
- ¿No ibamos a este pueblo?
 
- Sí, pero adonde vamos esta un poco alejado de aquí.
 
Frunció las cejas con confusión. Al cabo de un rato cuando los rayos del Sol comenzarón a ser anaranjados, por el camino de tierra por el que iban se empezó a internar en un bosque. Este era mucho más grande y frondoso que el suyo y las ramas, atravesadas por los rayos del Sol tomaban un  color verde claro y a la vez tenían un tono dorado. Desde luego ella jamás había salido de los alrededores del pueblo y todo lo que había visto la había sorpendido pero esto se llevaba la palma.
 
- ¿Te gusta? - La pregunto la mujer con una sonrisa al verla con la boca abierta.
 
- Sí....
 
Era como un hermoso sueño. Las ramas se mecían al son del viento y podía ir a los pajaros cantar ocultos entre las ramas. Deseaba quedarse allí o que jamás llegarán a donde tuvieran que llegar.
 
- Pues esto no es lo mejor.
 
Catherine la miro por un momento antes de salir del bosque. En esos momentos se encontro con una ilera de arboles que bordeaban el camino de tierra. Alrededor del camino ´había unas enormes praderas de hierba verde y salpicadas de arbóles y sauces llorones. Incluso llegó a ver un lago.
 
Sus ojos verdes recorrieron el camino que serpenteaba hasta que dio con el lugar en el que acaba. En una colina un poco elevada se alzaba imponente un palacio al parecer de marmól. Catherine abrió lo maximo que pudo los ojos. Era un placio enorme con incontables ventanas. Veía multitud de anexiones entre los pabellones y un seto que tapaba la entrada. Por los alrededores el seto se iba hacia la derecha y se extendia más alla donde alcanzaba la vista sin embargo podía ver puertecillas de reja que daban a la pradera. Detras de la casa se extendia una gran cantidad de colinas salpicadas de bosques y de praderas verdes. ¿Estaba segura de que no estaba muerta? Se pellizco un poco y vió que era real, que todo lo que veía y sentia a su alrededor era real. Ojala su hermana estuviera con ella a Emily le hubiera encantado. Pensó en porque esas dos personas que eran como unos angeles para ella no habían venido antes para llevarselas a las dos.
 
Cuanto más se acercaban al palacio más imponente parecía. Al llegar a la puerta, una enorme y decorada reja, dos hombres corrieron a abrirlos. La reja chirrio un poco y cuando estuvo completamente abierta pasarón. Los dos hombres vestian ropas muy labradas como sus chalecos y casacas que estaban bordados con hilos palteados. Ambos saludaron a Margaret y a  Peter y estos pronunciaron sus nombres pero no se le quedaron.
 
Lo que más curioso le fue a la chica fue ver a los dos sirvientes con peluca, solo los nobles la llevaban y los sirvientes de estos nobles, como otras muchas cosas, en su vida había visto a nadie así vestido por el pueblo, ni en sus mejores sueños nadie de allí hubiera podido vestir así.
 
La fachada de la casa tenía inumerables ventanas que pasaban de las más enormes y trabajadas hasta las de más arriba que eran las más pequeñas y sencillas. Había una balconada y un par de balcones a su alrededor, pero ella sabía que tendría que haber más. En la fachada había muchos relives y estatuas al igual que columnas y chimeneas.
 
Borderon la entrada principal que era como una rotando con un centro de flores silvestres plantado, y unas escaleras que se desplegaban a derecha e izquierda y que luego se juntaban en una sola delante de una puerta enorme de madera con multiples figuras en madera tambien. Debajo de la pasarela donde se reunian las escaleras había una fuente con un animal que Catherine no supo indentificar y la cubría unas columnas enormes con un techo para dar sombra.
 
  Se fueron hacía la izquierda donde se encontraron con una puerta de madera con dos ventanillas enrejadas que estaba muy escondida. Arriba de la puerta había un escudo muy desgantado. Al abrirse la puerta entraron a un pequeño patio de graba con la parte de los establos y las cocheras aporticada.
 
- Yo ire a descargar todo esto y a dejar a Polvorín, tu vete con la chica. - Dijo Peter mientras Margaret bajaba del carro.
 
Catherine bajo de un salto y giro sobre sus talones varias veces para ver a su alrededor. Todo era enorme, se sentia como una chica atrapada en la casa de un gigante. Ademas todo era granito y marmól. Marmól, ella jamas había visto marmól. No pensaba que podría tener ese color tan blanco a pesar de las condiciones del clima.
 
De repente Margaret la llamó y corrío a encontrarse con ella. Juntas pasaron por una pequeña puerta que , tras un pasillo, las llevo directamente a las cocinas. Estas eran grandisimas con techos bajos y abobedados. Nos se veía a mucha gente por allí pero se entendía que podía albergar a más de la mitad de la gente que había allí.
 
- Sigueme. - La dijo Margaret y mientras ella iba detras observando todas los utensilios de cobre los hornos y oliendo todo lo que impregnaba el aire de la cocina, la mujer regordeta le fue diciendo. - Estos son las cocinas ocupan casi toda esta planta, incluso si te vas por ahí. - Y señalo a una puerta pequeña entreabierta. - llegaras a una especie de mini cocina que da a los jardines para cuando se celebran merendolas al aire libre.
 
"¿Merendolas?" Catherine abrió los ojos de par en par, ¿acaso esa mujer hablaba de fiestas de te de la nobleza? Estaba que no se lo creía, nunca hubiera pensado  en que llegaría a ver tan de cerca un noble ya fuera hombre o mujer. Para ella era algo muy emocionante: podría ver a las delicadas damas de piel porcelanosa coqueteando con sus abanicos y sus lujosos vestidos y sus enormes peinados. "¿Conqué no podría aspirar a más eh? Se dijo para sus andentros pensado en la Tia Matty.
 
- Lily - Margaret se dio la vuelta y Catherine tuvo que hacer un esfuerzo por no chocarse contra ella, la tenía mucho respeto pero estaba segura de como se chocase contra esa mujer rebotaría. - yo soy la encarganda del servicio de la casa, es decir, yo surperviso a los sirvientes que realizan las tareas de limpiar, ordenar  y mantener la casa. ¡Ah! y de atender a nuestros señores por supuesto cuando nos requieren. Tambien nos encargarmos de servir todas las comidas del dia y las de las fiestas. Te digo todo esto porque tu aquí trabajaras como una sirvienta más.
 
"Bueno, es mejor que ser una fulana" pensó. Al menos a ella le parecía mucho más respetable y estaria cerca de los nobles, le encantaba la idea de poder estar cerca de ellos. Aprender el como hablaban, sus gestos, sus maneras, todo. Sin embargo a ella le preocupaba algunas actividades del servicio.
 
-  Esto...Margaret....yo no se servir una mesa, quiero decir, tendre que llevar muchos platos encima ¿No?
 
- No te asustes mi niña - la contesto con una sonrisa. - las primeras tareas seran sencillas y yo te acompañaré para que aprendas a caminar sola por aqui. Además yo misma te ensañare a servir y descuida, nosotros no llevamos más de dos platos.
 
Catherine emitió una risita nerviosa, acaba de decir una estupidez de las grandes, aunque la aliviaba en todos los sentidos la contestación de esta.
 
- Te presentare más tarde al  resto. Va a ser tarde y tengo que llevarte a tu habitación para ponerte presentable.
 
- ¿Presentable? - Se extraño ella a la vez que volvian a emprender la marcha hacia la salida de las cocinas.
 
- Claro, toda persona nueva tiene que ser presentado ¡Menudo caos sería sino no fuera así!
 
- ¿Pero a quién?
 
La mujer se dio la vuelta, Catherine la miro sin comprender, y ella la respondió.
 
- ¿Pues a quién va ser? Al noble que vive aquí, al señor.