¡PLOF! Así sonó la rueda de al carro al caerse dentro de un enorme bache.
- ¿Es qué no miras por donde andas? - Saltó una mujer regordeta tras el bote que había dado al atrancarse la rueda.
- ¿Y tu por qué no bajas aqui y lo llevas tu solita? - Refunfuñó su acompañante.
- Porque ese es tu trabajo y no el mio.
El hombre que acompañaba a la mujer la miro de reojo y sin querer liar más el hilo fue hacia la rueda para ver como podía sacarla. Este era un hombre ya un tanto mayor, llevaba un sombrero de paja para protegerse del sol de verano que incidía directamente en la campiña y tenía una barba gris completamente descuidada la cual estaba ya salpicada de las canas de la edad. Por otra parte la mujer, que ni había echo nada por moverse del asiento, llevaba un sombrero de paja pero con el ala más ancha que el hombre y vestia con un vestido blanco muy sencillo.
El hombre examinó la rueda y luego empezó a empujarla con toda la fuerza que le era posible.
- Creo que tu fuerza se te ha ido con los años. - Se burlo ella.
- Y yo veo que sigues tan plasta como siempre, ¿porque demonios sigo haciendo esto contigo?
- Porque sino los comerciantes te estafarían, con lo tonto que eres...
En ese momento vino una ráfaga de aire y la mujer se tuvo que sujetar el sombrero para que no volase. El aire les trajo a ambos un olor a madera chamuscada parecido al que desprendian las chimeneas en invierno. Sin embargo este era muy fuerte como si hubieran encendido miles de esas chimeneas. La mujer miró hacia la dirección del viento mientras que el hombre volvió a intentar levantar la rueda para sacarla del bache.
- Peter. - Llamó ella.
- Si me llamas para pedirme permiso para ayudarme, perfecto, permiso concedido pero si no ya te estas llendo al infierno.
- ¡Peter!
Levanto la cabeza para refunfuñar una vez más pero esta vez sus ojos se quedarón clavados hacía el horizonte. A lo lejos se veía una enorme columna de humo negro que se iba disipando a medida que ascendía por el cielo.
Entonces la mujer bajo del carro y echo andar por el camino en dirección al humo.
- ¿Se puede saber qué haces? - Dijo el hombre barbudo.
- ¿Tu qué crees? Ir hacía allí, puede que haya gente que necesite ayuda.
- Tal vez sea un granjero quemando las malas hierbas.
- ¿Crees que cuatro matojos van hacer ese humo tan grande? ¡Ni en broma! No seré granjera pero se cuando un humo es de unos rastrojos o no.
Se dio la vuelta y recogiendose las faldas como podía echo a correr tan rápido como le permitian sus piernas regordetas.
- ¡Margaret! ¡Espera! Mar... condenada mujer.
Completamente vencido y sin ni siquiera tener oportunidad de protestar más, sacó toda la fuerza que podía llegar a tener y consiguio desatascar la rueda del bache. Después se fue a donde estaba el caballo que llevaba el carro, un jamelgo como otro cualquiera de tonos grises y blancos, como si le hubieran expolvoreado ceniza por encima. Cogío las riendas y llevo al animal hasta donde estaba ella.
Con el paso que llevaban no tardarón mucho en llegar a un cruze de caminos donde tomaron uno que parecía ir directamente hacía el humo. Otros minutos más tarde se encontrarón no muy lejos de lo que parecía haber sido un pueblo. La imagen para ambos era desoladora, aquel lugar que parecía haber sido un lugar tranquilo y alegre ahora parecía una autentica ruina. Las casas estaban en su mayoría derruidas y consumidas por el fuego, las vigas ennegrecidas aparecían al descubierto como si se tratasen de huesos rotos. Las paredes que habían quedado en algunos edificos estaban negras y los campos de alrededor, que antes eran amarillentos y verdes, estaban negros como el carbón y de algunas partes salian como serpientes fantasmagoricas hilillos de humo.
Peter le entregó las riendas a la mujer y esta le miro con gesto extrañado.
- Quedate aquí. - Dijo él.
- No, yo voy contigo. - Replicó Margaret cuando Peter se subio al carro y empezó a rebuscar entre las cosas que traián y que habían comprado, las cuales estaban cubiertas por sabanas y mantas.
- Debes quedarte, Polvorín no debe quedarse solo y este sitio me da muy mala espina.
La mujer no dijo más, sabía que iba a ser imposible razonar en ese sentido con él. Por fin Peter encontró lo que buscaba: un rifle de caza que siempre llevaba con él. Comprobó que estuviera cargado y antes de irse cogió el saquito de pólvora y junto con el de las balas, se los metio en los bolsillos del pantalón. Camino por lo que debería haber sido el sendero que conducía hacía la pequeña población y se interno entre las casas.
Se recorrió el pueblo de arriba abajo, incluso se atrevió a meterse dentro de algunas casas que habían conseguido mantenerse en pie y rebuscar entre los esconbros. A pesar de todo, mientras buscaba, tenía que ponerse el brazo en la nariz para impedir que el olor a carne chamuscada y los olores de los cuerpos que ya empezaban a descomponerse le llegarán. Lo peor fue cuando se encontro con la plaza principal del pueblo, donde había un montón de cadáveres esparcidos por el suelo, algunos cuervos ya se habían acercado a ellos y los estaban empezando a picotear. No pudo evitar salir corriendo hacía una esquina y echar todo el desayuño, el olor en esa zona era completamente insoportable, sentía que se le pegaba por todas partes del cuerpo e incluso a la ropa, era nauseabundo y pútrido mezclado con el olor a chamusquina y sangre hervida.
Tomo una pequeña calle que lo llevó, tras saltar unos escombros, a otra parte del pueblo donde había algunas casas repartidas y un sendero ennegrecido que conducia hacia el edificio más alejado del pueblo. Tras registrar las casas se fue hacia ese edificio y cuando llego se encontró con que de este solo quedaba una pared que indicaba su antigua altura, y que las demas albergaban los escombros de las demás plantas. Ni se molesto en buscar supervivientes allí, nadie podría haber sobrevivido a eso.
Se fijo que las llamas habían llegado a una pradera de hierbas verdes que brillaban con los rayos de sol, esa parte del pueblo, en la que había un rio. "Bueno al menos no todo se ha perdido" pensó intentando ser positivo, aunque sabía que aquello había sido una catástrofe ¿Cuánta gente podía haber perdido la vida en el incendio? tenia que haber sido eso, no había otra explicación.
Cuando ya iba a emprender el camino de vuelta, divisó a lo lejos lo que parecía ser una persona tumbada entre las hierbas. Total no tenía nada que perder si era otro muerto lo vería desde lejos y no tendría por qué acercarse. Fue por toda la pradera mientras que las hierbas se mecian al son del viento. Al estar más cerca vio que su cuerpo era el de una chica, joven con el pelo castaño.
Aceleró el paso y llegó junto a ella. La chica tenía las ropas manchadas de hollín y por la parte del faldón de su falda estaba ligeramente chamuscado, incluso tenía algunos desgarrones sin importancia. Estaba tumbada boca abajo cerca de un monticulo con la tierra recién echada.
El hombre se agacho y la observó de cerca. No parecía tener heridas graves. La comprobó el pulso poniendo los dedos sobre la artería del cuello. Al sentir los ligeros y debiles golpes del corazón de la muchacha el hombre abrió los ojos de par en par. No sabía como había podido empezar el incendio pero viendo el estado del pueblo y los cuerpos inertes, era un milagro que esa chica estuviera viva.
Sin pensarlo dos veces se paso la correa del rifle por el hombro, cruzandoselo por el pecho y dandole la vuelta a la chiquilla, la cogió en brazos. Todo esto haciendolo de la manera más delicada posible, no quería que sufriera ningún daño, ya bastante habría pasado la pobre.
Cuando ya la tuvo bien cogida y de una forma que la cabeza de la chica estuviera bien apoyada en su pecho, tuvo la idea de rodear el pueblo, pero no sabía muy bien cuanto iba a tardar o si se perdería. Maldijo a todo lo maldecible por saber que tenía que recorrer el mismo camino de antes y tener que volver a ver aquel horrible espectáculo que le ofrecía aquel lugar.
Fue volviendo al edificio y empezó a recorrer el sendero que lo llevaba al centro del pueblo. Iba despacio para no hacerle ningún daño a la chica, pero iba a paso ligero pues sentia que todos los ojos de los fantasmas de aquellas personas que habían sido asesinadas por el fuego le observaban.
***
Estaba rodeada. Las llamas se iban acercando más y más a ella. No veía nada, solo el pueblo ardiendo a lo lejos. Entonces en un intento de valentia Catherine echo a correr hacia las llamas y dio un salto. Esta paso la barrera de llamas y se dirigio hacia al pueblo. Sin embargo la chica frenó en seco al ver la figura de Emily a lo lejos. La llamó pero esta no pareció oirla. Volvió a llamarla intentando elevar aun más la voz sobre el furioso crepitar del fuego. Vio como la silueta de su hermana se daba la vuelta. Fue lo único que hizo pues luego se mantuvo quieta sin dar ninguna muestra de vida. Ni siquiera cuando una llama se la llevo haciendo que desapreciese de su vista. Catherine se quedo con los ojos muy abiertos sin poder dar credito a lo que acababa de ver, ni siquiera el sudor que la bajaba de la frente y se le metia en los ojos provocandole un horrible escozor la impidieron apartar la vista. De repente sintio una horrible necesidad de mirar la frente. Sabía que no debía, sabía que sería su perdición pero al final dirigió su vista temblorosa hacía el pueblo. Allí estaba, aquella figura negra dandola la espalda. En ese momento esta se dio la vuelta para observarla. No supo disitnguir si era humano o no. Tenía los ojos enormes y blancos y una boca extremadamente grande. Nada más verla aquella cosa la sonrió con una mueca que rozaba lo sádico y mostró una sonrisa llena de dientes puntiagudos llenos de la sangre de los pueblerinos. Catherine no pudo aguantar un grito.
Los ojos de la chica se abrieron de golpe acompañados por el grito que había iniciado en su sueño. Unas manos bastante grandes la cogieron por los hombros y la recostarón de nuevo en la cama. La chica intentó zafarse de ellas pues aun creía que seguia en su pesadilla.
- Tranquila. - la voz femenina que la habló era suave como la seda y estab cargada de la paz y la tranquilidad que a Catherine le faltaba en esos momentos. - shhh tranquila niña.
Al principio sus ojos recorrian con nerviosismo la habítación en la que se encontraba y conseguia fijarse en ningún punto para determinar donde estaba. En ese momento un cuenco con agua apareció delante de sus ojos, incluso estuvo a punto de meter su nariz puntiaguda y respingona en todo el agua.
- Bebe. - Fue la primera vez que se fijaba en quien la hablaba. Era una mujer de carnes anchas, aunque no superaba ni con creces a Thonks, su cara era completamente redonda y tenía un par de pecas en lo que era la punta y el tabique de la nariz. Llevaba el pelo recogido en un sencillo moño con algunos mechones sueltos y sus ojos eran de un azul claro que resaltaba con su precioso color caoba de pelo. - Estas deshidratada, debes beber así podras situarte mejor.
La chica cogio el cuenco y bebió al principio timidamente, luego dejó atrás la formas y bebio como si fuera un carretero, con tragos largos y rápidos inlcuso algunas gotas se le escaparón de la boca y se le deslizarón por la garganta. En cuanto lo dejo vacio la mujer se lo cogio y lo volvió a llenar con una jarra de metal que tenía en una mesilla cerca de la cama.
Catherine tomó otro sorbo con más tranquilidad y sostuvo el cuenco con ambas manos. Era la primera vez que se daba cuenta de que estaba empapada en sudor.
Echo un vistazo a la habítación donde estaba. Era un tanto pequeña, no como las habitaciones del prostíbulo, las paredes eran blancas y estaban surcadas de vigas de madera. Detrás de ella había una ventana con unas cortinas también blancas y la puerta estaba enfrente de ella cerca de la esquina. Por el mobiliario lo único que había era su cama, la silla donde estaba la mujer y la mesita.
- ¿Estoy muerta? - Fue lo primero que se le vino a la cabeza, no podía creer que estuviera allí. Todo era tan limpio y puro que no podía creerse que existiera, a pesar de que en algunas paredes de la habítación tenían humedades.
- Por suerte no. - Respondió la mujer. - Estas en una posada.
- ¿Posada?
- Sí, estabas inconsciente cuando mi amigo te encontró. Pero aparte de eso no tienes heridas, solo un pequeño corte en una pierna que ya esta curado, nada que yo no pueda arreglar.
La mujer la sonrió pero Catherine no se percato de ello, andaba metido dentro de sus recuerdos de la noche anterior. Recordaba como se había echo el corte, recordaba el fuego, los cadáveres, a su hermana....los veía claramente delante de ella como si siguiera allí. Por unos momentos se pregunto, como había echo con el cadaver de su hermana entre sus brazos por qué ella había tenido que vivir, era la que menos se lo merecía. Había sido mentirosa, desobediente, había dado problemas a la tia Matty y a la pobre Franchesca, sin embargo su hermana...¿Qué había echo ella para merecer la muerte?¿Por qué ella se salvó de las llamas? Ella merecía estar enterrada y Emily debería estar en aquella camada postrada con esa mujer.
Entonces unos golpecitos sonarón en la puerta. La mujer permitió pasar al visitante y al abrirse la puerta entró un hombre que ya tenía sus años, pero que tempoco es que fuese un vejestorio. Tenía el rostro endurecido por algunas arrugas que ya le surcaban la cara, los ojos pequeños y oscuros le hacían juego con la barba despeinada gris y con alguna otra cana.
- Vaya me alegro de que estes despierta chiquilla, nos diste un buen susto.
El hombre se acerco a ellas y Catherine no pudo evitar sentirse un poco intimidada, desde donde estaba parecía bastante alto.
- Este es Peter Trancys. - Le presentó la mujer. - Fue él quien te encontró. Yo soy Margaret Boold, iba con él.
Catherine dio un movimiento leve de cabeza hacía bajo en señal de agradecimiento, aunque no estava muy segura de ello.
- Te econtramos en pueblo, cerca de nuestra ruta habitual. ¿Sabes que pasó allí?
- Por dios Peter deja a la chica en paz. - le replico la mujer totalmente indignada.
- Hubo un incendio. - Constestó de repente mirando a ningún lugar.
- ¿Sabes como empezó? Es que nunca habiamos visto tal cosa. Además solo te encontre a ti viva, solo a una persona.
- Estaba fuera cuando empezó. Llegué tarde.
- ¿Y que hacias fuera?
La pregunta de la mujer hizo que Catherine se alarmára. No podía decirles la verdad sobre aquello, si se enteraban de que había vivido en un burdel con las demás prostitutas podrían dejarla por allí abandonada a su suerte. Además ¿a donde iba ir ahora? No tenía casa, no tenía dinero y su único hogar, e incluso la casa de su familia, habían sido aniquiladas en el incendio y ahora solo serían un amasijo de ceniza.
Aun así acababan de decir que conocian el pueblo por estar en su ruta habítual, si era así, tenía que mentir por narices, ya que corria el riesgo de que conociesen el burdel y nadie, ni siquiera las buenas personas querían tener "mujeres desventuradas" cerca de ellas aunque ella en sí no lo era. La única persona normal que la había querido cerca había sido "Ham" y ahora su cad´´aver estaba siendo picoteado por algún cuervo.
- Había salido a coger leña - mintió. - nos quedamos sin madera para el fuego así que fui al bosque pero me entretuve.
Catherine miro hacía abajo, lo ultimo que había dicho la pesó como cien toneladas de metal sobre sus hombros por que al fin y al cabo ella estuvo en el bosque mientras los demás ardían.
- Tal vez eso fue lo que te salvo mi niña. - Margaret la cogio por el brazo intentando consolarla.
- ¿Cómo te llamas? - Saltó Peter.
- Me llamo....- Empezó a buscar rapidamente nombre sencillos, nombres que no perteneciesen a las chicas del burdel, nombres fáciles de recordar. - Lily, me llamo Lily.... - echo una mirada rapida y vio que en la jarra de metal había un nombre grabado muy pequeño se fijo en el apellido. - Archer. Mi familia tenía una pequeña tierra en la que cultivabamos. Nos iba bien.
- ¿Sabes si tu marido escapó? Lo digo por si pudieramos ir a buscarlo, tal vez si lo hizo, este vivo por algun lugar.
Catherine sintió que el corazón le dio un vuelco que casi hizo que se le saliera de la caja torácica. Ella con sus 16 años debería estar casada y no lo estaba, tenía que buscar una forma de salir de esa encrucijada. Odiaba mentir, siempre lo había odiado pero a pesar de ello había antepuesto su supervivencia antes que su codigo moral. Sin embargo aun seguia pensado en si debia morir o vivir.
- No era aún mi marido. - Se atrevió a decir. - Era mi prometido, mi padre era muy quisquilloso y quiso elegir de los pretendiendes el que mejor me iba a tratar. Pero eso ya da igual.... - Había que hacer un poco de teatro.
- ¡Oh! - Dijo la mujer poniendose una mano en el pecho y casi a punto de llorar. -¡Pobre chica! Lo siento muchísimo por ti, lo has perdido todo.
- Tu animala. - Protestó Peter.
- Eres tu él que ha preguntado.
- Entonces - siguió, ingnorando el comentario de la mujer. - él y tus padres estan muertos.
- Sí, solo pude enterrar a mi prometido. A mis padres se les hundió el granero encima.
Las lágrimas se la agolparón en los ojos, queria decir la verdad, que la persona a la que había enterrado era en verdad su hermana pequeña. No queria manchar su memoria, no queria que se la olvidase pero sin embargo las circunstancias decían lo contrario. Además esas personas parecía buenas, aunque Peter seguía pareciendola un poco intimidante.
Margaret la abrazó con cariño en un intento de consuelo. La chica no lo rechazó y se dejo consolar por la mujer regordeta.
- No podemos dejarla en cualquier sitio Peter. Esta sola, no tiene a donde ir.
- ¿Quién ha dicho lo contrario? - Soltó él - Pues claro que no la vamos a dejar aqui.
Catherine alzó la vista para dirigirle un mirada de agradecimiento, nunca pensó que ese hombre podría llegar a ser tan amable desde luego por la expresión con la que había entrado por la puerta ella había creido que tendría que recorrer los caminos de las campiña en solitario y dependiendo de la suerte del día.
- El problema es el servicio. - Dijo Margaret como cavilando sobre el tema.
- El servicio eres tu Margaret, y tu simpre dices que el servicio necesita gente para ese sitio tan grande.
Catherine los miraba alternativamente ¿Servicio? ¿Sitio grande? ¿De dónde venía esa gente? Desde luego vulgares campesinos no parecían a pesar de la sencillez de sus ropas.
- ¿No te importa llevar alguien más en el carro?
- ¡Qué va! Polvorín no sera joven pero aguanta con dos pasajeros perfectamente.
La chica seguia observandolos discutir sobre su situación sin saber que decir ante esta muestra de ¿Ayuda?¿Caridad? Bueno no sabía como demonios llamarlo pero jamás en su vida había recibido tal trato. Solo "Ham" era el único que la había ayudado cuando era pequeña y cuando se habían vuelto a ver. Por supuesto la tia Matty la había cobijado bajo su techo casi toda su vida pero al fin y al cabo solo por puro interés, solo con la intención de que ella y Emily llevarán el prostibúlo como madams conjuntas.
- Lily - A Catherine le costó reaccionar ante su nuevo nombre pero fue lo suficientemente rápida como para escapar de sus pensamientos atormentados. - Nosotros te podemos ofrecer comida y un techo durante el resto de tu vida - Dijo la mujer. - Por desgracia no te prometos un gran lujo pero sí estar entre él. ¿Qué dices? ¿ vienes con nosotros?
La chica les dirigió miradas alternas, no entendía que quería decir muy bien con sus palabras pero aun así...ella no se merecía estar allí, su vida había muerto con el pueblo y su alma se había quedado allí para siempre encerrada al igual que la de los pueblerinos que perecieron.
- No quiero ser una carga. - Contestó ella con sinceridad.
- No lo serás - La respondió Peter. - Queremos que vengas señorita Archer, sé que puede ser duro empezar de cero y más con lo que habéis pasado. Pero no debeís quedaros ahí, debeís seguir con vuestra vida. Pensad que es lo que vuestra familia en general hubiera querido. ¿Habrían querido que te quedaras aqui plantada y preguntandote por qué no tu? No, yo creo que no. Si yo fuera tu padre, tu madre o tu prometido trataría de decirte que vivieras y que dejaras atrás todo lo demás. Lo que esta muerto no puede volver pero lo que esta vivo puede seguir caminado e ir hacía delante. Como te ha dicho Margaret no te prometemos una vida de lujos y fácil pero sí una en la que puedas vivir en paz y estar a salvo de todo.
No supo que decir ante sus palabras, pero pensó en que llevaba parte de razón, deseaba que su hermana estuviera allí con ella, deseaba volver a ver Franchescha hacer sus numeritos y a que "Ham" la trajera una piruleta cada vez que fuera al burdel. Sin embargo como bien había dicho Peter esas personas y esas cosas jamás volverían, estaban muertas y no se iban a levantar. Pensó en Emily otra vez ¿Qué habría dicho ella ante esto? Seguro que diría que lo que muere hubiera ido al cielo y que esas personas muertas velarían por los vivos esperando a que hiceran lo correcto.
Era una buena oportunidad de empezar, incluso con el nuevo nombre. Emily no hubiera rechazado esto, ni de lejos. Al fin Catherine asintió con timidez guida por los pensamientos que habría tenido su hermana.
- ¡Cómo me alegro de que hayas dicho que sí! - Dijo la mujer a la vez que se abalanzaba hacia ella y la abrazaba tan fuerte que casi la cortó la respiración.
- Hoy descansaremos aqui y mañana saldremos a primera hora, creo que si no tenemos ningún percance más llegaremos por la tarde a buen paso.
- De...de acuerdo... - Intentó decir la chica a la vez que luchaba por respirar entre los brazos de la gran Margaret.
El hombre se despidió agachando un poco la cabeza y salió por la puerta. El resto del día lo paso entre los cuidados de Margaret. La mujer no la dejaba ni un minuto sola y pensó que tampoco en el viaje lo haría. La mujer le caía bien, era muy agradable y le divertía que esta le hablara de Peter y de sus pequeños viajes juntos por la campiña. Esa misma tarde la llevó a que conociera a Polvorín, el caballo que tiraba del carro. Peter estaba allí y las acompaño mientras Catherine mimaba al animal. En cierto modo le recordo al desaparecido Cascos, no sabía si habría sobrevivido al incendio aunque siendo un caballo y con lo deprisa que corría estaba segura de que estaría por algún lugar.
Al fijarse en el carro Catherine se fijo en lo que llevaban, aunque la gran mayoría de las cosas estaban tapadas. Aun así distiguió alguna que otra ave de caza y carne seguramente de ternera. También se fijo en el rifle que había entre las sabanas y la llamó la atención. Jamás había visto uno, ni siquiera en el prostíbulo, basicamente porque nunca había echo falta ademas cada chica llevaba su propio cuchillo enganchado a las enaguas o escondido en sus pololos menos ella y su hermana claro.
- Las señoritas no deberían jugar con esas cosas. - Comento Peter divertido al ver como Catherine observaba el rifle.
- Jamás he visto uno. - Confesó.
- Me alegro por ello. Las armas no son buenas herramientas pero ayudan en ciertas tareas.
- ¿Sois cazador?
- Más o menos. - Dijo soltando una carcajada.
Por lo noche Catherine devoró la cena que se les puso a los tres delante, no sabía cuanto tiempo había estado incosciente pero tenía que haber sido un par de días pues ella no solía comer tanto. Al acostarse pensó de nuevo en su pueblo y en todos lo que vivían allí.
Siempre la habían tratado mal, incluso antes de irse a vivir al burdel. Todos se metian con ella por el simple echo de que su madre había sido una prostituta hasta que su padre se casó con ella. Por supuesto las cosas fueron a peor cuando su madre volvió al burdel tras la desaprición de su padre. Por una parte deseó que esos momentos aquellas personas estuvieran quemandose igual que lo hicieran aquella noche en el infierno pero por otra...¿Era tan sumamente cruel como para desear esa muerte tan espantosa? No pudo pensar más pues luego se quedo dormida. Aquella noche tuvo de nuevo pesadillas con aquella silueta.
Por la mañana despues de desayunar emprendieron el viaje hacia aquel lugar desconocido el cual a Catherine le despertaba cada vez más curiosidad. Se sentó detrás de Margaret y Peter y estuvo conversando con ellos durante todo el camino. Entre traqueteos sus dos rescatadores hablaban sobre todo de lo que le iba a gustar el sitio al que iban. Hablaban de jardines amplios y verdes con estanques y flores a cada cual más hermoso. La chica no quería hacerse ilusiones, pues la vida la había enseñado a no tenerlas y las ultimas que habían tenido habían sido destrozadas.
Cuando el Sol comenzó a bajar por el cielo llegarón a otro pueblo que a a la chica le pareció muchísimo más grande que el suyo. Al entrar en el, descubrío una actividad que jamás había visto en el suyo. Gente llendo de un lugar a otro ocupada con sus que haceres, mercaderes vendiendo a gritos su mercancia, había como pastores predicando la religion a grito pelado y otros que al igual que los reverendos estaban subidos en altos, pero estos estaban en plataformas de madera y aullando sobre leyes y algo llamado parlamento que Catherine no había oído en su vida.
- ¿Qué es un parlamento? - Pregunto la chica a sus acompañentes.
- Es un grupo de idiotas que solo saben parlotear sobre leyes y otros estupidecess varias, y que se llevan el dinero de la gente más honrada, y que además bailan al son de la realeza como titeres. En resumen, una panda de sabandijas sin escrúpulos.
Margaret le dio un codazo a Peter y le dijo algo que Catherine no alcanzó a oir, pero por el tono parecía un reproche.
- Mi niña, un parlamento es un lugar donde se reunen un grupo de hombres de sangre noble, además del rey.
- El rey estara en esas reuniones en cualquier parte menos allí. - Refunfuño Peter.
Margaret le lanzó una mirada asesina, por otro lado Catherine no le habia quedado muy clara la idea de lo que era un parlamento, lo único que era un lugar donde se reunian los nobles para hablar, "que cosas más aburrida hacen los nobles" pensó.
Pasarón toda la calle principal en la que Catherine pudo ver a lo lejos un par agujas de iglesias. Aquello la sorpendió muchísimo pues en su pueblo solo contaban con una iglesia y esta era muy modesta y pequeña. O eso le había dicho "Ham", ella jamás había pasado a la iglesia. No entendía porque a las chicas del burdel no las dejaban pasar si al fin y al cabo esas personas eran hasta más malas que sus propias compañeras.
De repente dejaróan atrás al pueblo algo que la desconcertó.
- ¿No ibamos a este pueblo?
- Sí, pero adonde vamos esta un poco alejado de aquí.
Frunció las cejas con confusión. Al cabo de un rato cuando los rayos del Sol comenzarón a ser anaranjados, por el camino de tierra por el que iban se empezó a internar en un bosque. Este era mucho más grande y frondoso que el suyo y las ramas, atravesadas por los rayos del Sol tomaban un color verde claro y a la vez tenían un tono dorado. Desde luego ella jamás había salido de los alrededores del pueblo y todo lo que había visto la había sorpendido pero esto se llevaba la palma.
- ¿Te gusta? - La pregunto la mujer con una sonrisa al verla con la boca abierta.
- Sí....
Era como un hermoso sueño. Las ramas se mecían al son del viento y podía ir a los pajaros cantar ocultos entre las ramas. Deseaba quedarse allí o que jamás llegarán a donde tuvieran que llegar.
- Pues esto no es lo mejor.
Catherine la miro por un momento antes de salir del bosque. En esos momentos se encontro con una ilera de arboles que bordeaban el camino de tierra. Alrededor del camino ´había unas enormes praderas de hierba verde y salpicadas de arbóles y sauces llorones. Incluso llegó a ver un lago.
Sus ojos verdes recorrieron el camino que serpenteaba hasta que dio con el lugar en el que acaba. En una colina un poco elevada se alzaba imponente un palacio al parecer de marmól. Catherine abrió lo maximo que pudo los ojos. Era un placio enorme con incontables ventanas. Veía multitud de anexiones entre los pabellones y un seto que tapaba la entrada. Por los alrededores el seto se iba hacia la derecha y se extendia más alla donde alcanzaba la vista sin embargo podía ver puertecillas de reja que daban a la pradera. Detras de la casa se extendia una gran cantidad de colinas salpicadas de bosques y de praderas verdes. ¿Estaba segura de que no estaba muerta? Se pellizco un poco y vió que era real, que todo lo que veía y sentia a su alrededor era real. Ojala su hermana estuviera con ella a Emily le hubiera encantado. Pensó en porque esas dos personas que eran como unos angeles para ella no habían venido antes para llevarselas a las dos.
Cuanto más se acercaban al palacio más imponente parecía. Al llegar a la puerta, una enorme y decorada reja, dos hombres corrieron a abrirlos. La reja chirrio un poco y cuando estuvo completamente abierta pasarón. Los dos hombres vestian ropas muy labradas como sus chalecos y casacas que estaban bordados con hilos palteados. Ambos saludaron a Margaret y a Peter y estos pronunciaron sus nombres pero no se le quedaron.
Lo que más curioso le fue a la chica fue ver a los dos sirvientes con peluca, solo los nobles la llevaban y los sirvientes de estos nobles, como otras muchas cosas, en su vida había visto a nadie así vestido por el pueblo, ni en sus mejores sueños nadie de allí hubiera podido vestir así.
La fachada de la casa tenía inumerables ventanas que pasaban de las más enormes y trabajadas hasta las de más arriba que eran las más pequeñas y sencillas. Había una balconada y un par de balcones a su alrededor, pero ella sabía que tendría que haber más. En la fachada había muchos relives y estatuas al igual que columnas y chimeneas.
Borderon la entrada principal que era como una rotando con un centro de flores silvestres plantado, y unas escaleras que se desplegaban a derecha e izquierda y que luego se juntaban en una sola delante de una puerta enorme de madera con multiples figuras en madera tambien. Debajo de la pasarela donde se reunian las escaleras había una fuente con un animal que Catherine no supo indentificar y la cubría unas columnas enormes con un techo para dar sombra.
Se fueron hacía la izquierda donde se encontraron con una puerta de madera con dos ventanillas enrejadas que estaba muy escondida. Arriba de la puerta había un escudo muy desgantado. Al abrirse la puerta entraron a un pequeño patio de graba con la parte de los establos y las cocheras aporticada.
- Yo ire a descargar todo esto y a dejar a Polvorín, tu vete con la chica. - Dijo Peter mientras Margaret bajaba del carro.
Catherine bajo de un salto y giro sobre sus talones varias veces para ver a su alrededor. Todo era enorme, se sentia como una chica atrapada en la casa de un gigante. Ademas todo era granito y marmól. Marmól, ella jamas había visto marmól. No pensaba que podría tener ese color tan blanco a pesar de las condiciones del clima.
De repente Margaret la llamó y corrío a encontrarse con ella. Juntas pasaron por una pequeña puerta que , tras un pasillo, las llevo directamente a las cocinas. Estas eran grandisimas con techos bajos y abobedados. Nos se veía a mucha gente por allí pero se entendía que podía albergar a más de la mitad de la gente que había allí.
- Sigueme. - La dijo Margaret y mientras ella iba detras observando todas los utensilios de cobre los hornos y oliendo todo lo que impregnaba el aire de la cocina, la mujer regordeta le fue diciendo. - Estos son las cocinas ocupan casi toda esta planta, incluso si te vas por ahí. - Y señalo a una puerta pequeña entreabierta. - llegaras a una especie de mini cocina que da a los jardines para cuando se celebran merendolas al aire libre.
"¿Merendolas?" Catherine abrió los ojos de par en par, ¿acaso esa mujer hablaba de fiestas de te de la nobleza? Estaba que no se lo creía, nunca hubiera pensado en que llegaría a ver tan de cerca un noble ya fuera hombre o mujer. Para ella era algo muy emocionante: podría ver a las delicadas damas de piel porcelanosa coqueteando con sus abanicos y sus lujosos vestidos y sus enormes peinados. "¿Conqué no podría aspirar a más eh? Se dijo para sus andentros pensado en la Tia Matty.
- Lily - Margaret se dio la vuelta y Catherine tuvo que hacer un esfuerzo por no chocarse contra ella, la tenía mucho respeto pero estaba segura de como se chocase contra esa mujer rebotaría. - yo soy la encarganda del servicio de la casa, es decir, yo surperviso a los sirvientes que realizan las tareas de limpiar, ordenar y mantener la casa. ¡Ah! y de atender a nuestros señores por supuesto cuando nos requieren. Tambien nos encargarmos de servir todas las comidas del dia y las de las fiestas. Te digo todo esto porque tu aquí trabajaras como una sirvienta más.
"Bueno, es mejor que ser una fulana" pensó. Al menos a ella le parecía mucho más respetable y estaria cerca de los nobles, le encantaba la idea de poder estar cerca de ellos. Aprender el como hablaban, sus gestos, sus maneras, todo. Sin embargo a ella le preocupaba algunas actividades del servicio.
- Esto...Margaret....yo no se servir una mesa, quiero decir, tendre que llevar muchos platos encima ¿No?
- No te asustes mi niña - la contesto con una sonrisa. - las primeras tareas seran sencillas y yo te acompañaré para que aprendas a caminar sola por aqui. Además yo misma te ensañare a servir y descuida, nosotros no llevamos más de dos platos.
Catherine emitió una risita nerviosa, acaba de decir una estupidez de las grandes, aunque la aliviaba en todos los sentidos la contestación de esta.
- Te presentare más tarde al resto. Va a ser tarde y tengo que llevarte a tu habitación para ponerte presentable.
- ¿Presentable? - Se extraño ella a la vez que volvian a emprender la marcha hacia la salida de las cocinas.
- Claro, toda persona nueva tiene que ser presentado ¡Menudo caos sería sino no fuera así!
- ¿Pero a quién?
La mujer se dio la vuelta, Catherine la miro sin comprender, y ella la respondió.
- ¿Pues a quién va ser? Al noble que vive aquí, al señor.